miércoles, 22 de noviembre de 2023

Objetivo: ser considerados benditos del Padre

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

26 de Noviembre de 2023                                        

Jesucristo, Rey del Universo

 

Lecturas de la Misa:

Ezequiel 34, 11-12. 15-17 / Salmo 22, 1-3. 5-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar / I Corintios 15, 20-26. 28

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     25, 31-46


    Jesús dijo a sus discípulos:

    Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

    Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».

    Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?»

    Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».

    Luego dirá a los de su izquierda: «Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron»

    Éstos, a su vez, le preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?»

    Y Él les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo».

    Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor, el Buen Pastor «que hace descansar en verdes praderas, conduce a las aguas tranquilas y repara las fuerzas» (Sal), a la vez, advierte: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y chivos» (1L). Y los criterios del juicio nos los revela Jesús: auxiliar a quien pasa por necesidades, como si lo hicieran con Él, ya que «cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Ev), porque Dios es «todo en todos» (2L), partiendo por los más débiles.

Discerniendo lo que es verdaderamente importante de lo que no tanto.

Digamos primero que es complicada la celebración de este día, porque, si revisamos los evangelios, Jesús no fue rey (Mt 8,20), Jesús no quiso ser rey (Jn 6,15), Jesús no apreciaba a los “reyes”. El prefería ser -y que sus discípulos fuesen- lo contrario a un rey: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes […] como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20,25-28).

Dicho esto, y tratando de ponernos en línea con las buenas intenciones de quienes trataron de congeniar este título contradictorio con las palabras y actos del Señor, digamos que él podría ser considerado no un rey como los de este mundo (Jn 18,36), sino el rey del Reino del amor.

En sintonía con lo anterior, rescatemos el tremendo texto del evangelio de este día, en que, según las palabras de Jesús que nos cuenta Mateo, anuncia que «cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles…» (sabemos que él se llamaba a sí mismo “Hijo del hombre”, hijo de la humanidad, uno de nosotros), en ese entonces él volverá y «se sentará en su trono glorioso» (como un rey, entonces: punto para los que crearon esta fiesta).

Lo importante, sin embargo, es lo que cuenta a continuación: la prueba definitiva para quien se interese en obtener «en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo» no tendrá que ver -¡ojo!- con lo que hacemos habitualmente los cristianos.

¿Catequesis? eso es bueno; ¿devociones?, ok; ¿asistir al culto semanal?, bien… pero todo eso y todo lo demás que se nos ocurra, sólo tiene sentido, en la perspectiva de este rey, si provoca como reacción ocuparse de las necesidades de los necesitados.

Y ahí solemos fallar muchos (demasiados) cristianos.

Había un grupo que tenía como práctica ir cada domingo a visitar un hogar de ancianos. En esas ocasiones se les llevaba golosinas, se les compartía la palabra de Dios y se les trataba de dar cariño el tiempo que estaban ahí. Una miembro de este grupo era especialmente expresiva en sus manifestaciones de ternura con los adultos mayores: de verdad se ocupaba de darles alegría con sus gestos y acciones.

Un día, el que hacía de predicador de este grupo tenía un impedimento para asistir, lo que provocó congoja a esta hermana que describíamos. Ella le dijo a él: “¿quién les hablará del evangelio hoy?”. Entonces, él le respondió que cuando pase el tiempo, probablemente ninguno de los ancianos visitados recordaría ninguna de las palabras que esta persona proclamó, pero lo que sería imborrable en sus memorias sería el cariño genuino que ella les daba. Por lo tanto, si ella iba y él no, no se perderían de la parte más importante de lo que les llevaban cada semana.

El evangelio más poderoso que se puede transmitir es el de los gestos de ternura con los demás.


Algo así nos dice el Maestro en este evangelio de hoy: los que serán considerados «benditos de mi Padre» no serán quienes predican la buena noticia, sino quienes buscaron hacerse buena noticia para los que carecían de algo: el «hambriento, sediento, de paso, desnudo, enfermo o preso» y todos los que tengan cualquier otra necesidad que podamos captar.

¡Cuánto nos habría gustado en nuestra época escolar saber con anticipación las materias sobre las que seríamos interrogados en las pruebas! Pues bien, nuestro misericordioso Señor hasta de eso nos proveyó: ya sabemos los ítems sobre los que versará el examen final de nuestra vida. A ver si con esa ayuda logramos una calificación excelente.

 

Ayúdanos, Señor, a liberarnos de la ceguera del corazón, del peso de la comodidad y de las cadenas del egoísmo, para poder reconocerte en los necesitados/as, ir hacia ellos/as y darles de lo que tengamos o busquemos con otros conseguir paliar sus carencias. No para ser premiados, sino para ser coherentes con tus enseñanzas, ya que te consideramos nuestro Maestro. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber reconocer al Señor en el sufriente y necesitado, ya que hemos sido advertidos de que es ahí -y no en templos o prácticas religiosas- donde él se encuentra,

Miguel.

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