PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
3 de Diciembre de 2023
Domingo de la Primera Semana de Adviento
Lecturas de la Misa:
Isaías 63, 16-17. 19; 64, 2-7 / Salmo 79, 2-3. 15-16. 18-19 Restáuranos, Señor del universo / I Corintios 1, 3-9
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 33-37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Comienza Adviento y el llamado de Jesús –una especie de lema que debiésemos tener presente todo este tiempo- es: «estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento» (Ev). Para ello, como creemos que Dios está cerca «de los que practican la justicia y se acuerdan de sus caminos» (1L), sabemos que, si enrielamos nuestra vida por el camino del bien, aprovechando el que, «mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia» (2L). Entonces, confiados, le podemos pedir: «reafirma tu poder y ven a salvarnos» (Sal). Y hagamos todo lo posible para que nuestra vida muestre ese poder actuante.
Empezando por lo más cercano.
Para los católicos comienza el Adviento. Una palabra que viene del latín y significa "venida". Ocupa las cuatro semanas que preceden a la Navidad, y es un tiempo para buscar recordar el pasado, valorar el presente y prepararse para el futuro.
En cuanto al pasado: se celebra y medita el nacimiento de Jesús. Él ya vino, nació y vivió en pobreza y humildad (Mt 8,20), quien fue, como gustaba proclamarse, un hijo del hombre, como nosotros y entre nosotros (Mt 1,23).
En lo que respecta al presente, se trata de hacer que en nuestra vida diaria se note la presencia de Jesús en nuestro mundo, con una actitud vigilante de los acontecimientos y las muchas necesidades de nuestros hermanos, en quienes él está viniendo permanentemente (Mt 25,34), para aportar ahí justicia y amor.
Y sobre el futuro: se trata de prepararnos para la segunda venida de nuestro Maestro, momento en que llegará como Señor y como Juez de todas las naciones (Mt 25,31), para abrirnos las puertas de la Casa del Amor Eterno (Jn 14,2).
Es un tiempo privilegiado para seguir su vehemente instrucción: «¡Estén prevenidos!». Estar siempre preparados, para que no se nos pase la vida entre la rutina y el egoísmo indiferente que promueve nuestra sociedad, para, en cambio, dar vida plena (Jn 10,10) a nuestra existencia.
Ya podremos volver a estos aspectos, pero hay una preparación de esta época que nos preocupa hoy. Como sabemos, se nos viene Navidad. Esta fecha conmemora la natividad (de ahí la palabra) de Jesús. Pero masivamente el “cumpleañero” es olvidado…
Para muchos no creyentes o, incluso, quienes creyendo quieren, según su parecer, ser respetuosos con aquellos, se evita mencionar la palabra, por lo que dicen genéricamente “felices fiestas”.
Lo llamativo, tristemente, es que también los propios creyentes se han sumado a la creciente desvalorización de esta celebración, privilegiando al señor gordo de barba blanca y vestido gruesamente de blanco -¡aún en pleno verano nuestro!- por sobre quien se celebra el nacimiento.
Se dice que Francisco de Asís, para realzar la importancia de este acontecimiento, para ayudar a hacerlo más cercano y hasta vivirlo entre su comunidad parroquial, en una Misa de Navidad incorporó la pesebrera con personajes disfrazados y animales, hace ya ochocientos años.
Eso se fue haciendo tradición y luego transformando en una representación con imágenes de yeso, madera, u otros materiales, llegando hasta los hogares, transformándose en el lugar central durante esta temporada.
Sin embargo, tal como el “Viejo Pascuero” desplazó al Niño Jesús, con el tiempo el pesebre fue desplazado por el “árbol de pascua”. Aún en familias creyentes.
Es decir, nuestra preparación para Navidad (no Pascua, que es otra fiesta, la de la Resurrección) no tiene espacios para el celebrado. ¿Nos damos cuenta de esa increíble contradicción? Si es así, ¿haremos algo al respecto?
Muchas parroquias intentan ayudar a que la preparación tenga tintes más propiamente cristianos, organizando Novenas del Niño, armando su propio pesebre en el templo, difundiendo villancicos… pero son los propios fieles destinatarios los que no tienen tiempo para estas cosas, porque están ocupando su tiempo en esa otra fiesta paralela a la Navidad: la “Pascua”, con los símbolos ya señalados, teñidos de un fuerte mercantilismo, que reemplazan a los signos propiamente cristianos.
Hay un desafío importante ahí: poder re-cristianizar la Navidad, devolviéndole aquellos elementos que tienen más que ver con ella. Esto, partiendo por el ejemplo de quienes decimos creer en aquel que nació y a quien conmemoramos.
Señor, ayúdanos a vivir el Adviento de una manera coherente que nos sirva para prepararnos a tu regreso. Que seamos capaces en este tiempo de lograr que los regalos, las fiestas, las comidas que caracterizan y hacen bellas estas celebraciones, no nos impidan recordar que somos invitados a preparar un espacio en nuestro corazón y nuestra vida para Ti. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer los descubrimientos necesarios, en cada detalle, que permitan poner la vida en permanente preparación a las venidas del Señor,
Miguel.
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