miércoles, 31 de enero de 2024

Un liberador incansable

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

4 de Febrero de 2024                                               

Domingo de la Quinta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Job 7, 1-4. 6-7 / Salmo 146, 1-6 Alaben al Señor, que sana a los afligidos / I Corintios 9, 16-19. 22-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     1, 29-39


    Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
    Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
    Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
    Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando».
    Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido».
    Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Nosotros, viendo cómo está nuestro mundo y las carencias de las personas, también podemos tener la necesidad de decirle al Señor «Todos te andan buscando» (EV). Sabiendo que algunos lo hacen conscientemente, confiando en que «El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo» (Sal) y otros tan profundo en su interior que no lo saben, cuando sienten: «la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud hasta la aurora» (1L). Su respuesta, la que necesitan, es que más cristianos -nosotros- puedan decir, como el Apóstol: «Me hice todo para todos» (2L) y así, sirviendo, acercarles el Reino, que es lo que Jesús enseñó, para seguir llegando hasta los necesitados de hoy como a los de su tiempo.

Contra todas las cadenas.

El texto precedente contiene una síntesis de una jornada en la vida de Jesús: se nos muestra como una persona activa permanentemente, pero para los demás: es imparable. Es que, como hemos recordado en otras ocasiones, él creía que el Reino estaba cerca (Mc 1,15), por lo que sentía que no había tiempo que perder.

De hecho, a veces vemos que no se da tiempo suficiente para alimentarse, porque, como dirá: «Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). Y lo que entiende como su voluntad es que él haga su mayor y mejor esfuerzo en mostrarse como un enviado suyo para amar y servir en su nombre.

Esta entrega generosa de su Hijo pretendería que todos comprendiesen que Dios nos ama antes que nada y antes que todo (Jn 3,16), porque Él es un Padre bueno, el mejor (Mt 7,11), ayudando a liberar a sus contemporáneos de la imagen terrorífica que les habían enseñado de Él previamente.

Este día que nos cuenta Marcos comienza con Jesús enseñando lo que sus hermanos de humanidad necesitaban saber sobre el amor de Dios, el cual se manifiesta en gestos concretos, como, precisamente, la liberación de uno amarrado por las cadenas del mal.

Siguiendo en esta faceta liberadora, recordemos que el comienzo de lo relatado nos señala que esto ocurre el Día Sagrado (Mc 1,21), día que la religión cargaba de prohibiciones, pero al que Jesús le da un nuevo sentido (Mc 2,27), no sólo no dejándose inmovilizar, sino haciendo liberadoramente el bien (Lc 6,9), de manera muy activa durante éste: sanando primero al poseso, como recordábamos, y posteriormente a la suegra de Pedro.

Un dato muy importante que se vislumbra de este evangelio es que, Jesús enseña, sin decirlo, pero con acciones claras que lo demuestran, que los pasos liberadores en la construcción del Reino que se acerca no provienen de un “llanero solitario”, porque él, pese a todo su poder, realiza sus acciones acompañado de los discípulos que fue eligiendo (Mc 1,15-20).

Otra señal muy trascendente que podemos rescatar de esta muy fructífera jornada del Maestro es que ocurre en un arco fuertemente marcado por la oración: «Jesús salió de la sinagoga», que es la casa del pueblo orante, y culmina cuando «se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando». Es ese contacto privilegiado con el Dios Liberador (Ex 3,7-8) el que inspira su misión y al que cualquiera puede acceder de esta manera.


Concluimos que él comienza liberando de las cargas innecesarias de la religión (como las prohibiciones humanas basadas en preceptos dados por Dios), para después, resaltar ese aspecto tan importante de ésta, sin el cual se pierde el sentido de la fe, que es la comunicación con el Padre, la que le da una autoridad nueva (Mc 1,22).

Cuando comienza el día siguiente y lo van a buscar para que vuelva al pueblo donde había hecho todo lo anterior, pero el Maestro «respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”». Porque el trabajo de liberación nunca termina, no hay que quedarse amarrados en ningún lugar ni en ninguna situación.

Señor, que has sido enviado «a anunciar la liberación a los cautivos y a dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4,18), enséñanos a hacer nuestros aportes en esta importante misión, auxilia nuestra debilidad ante las dificultades que ésta presente y permítenos ser muy fieles a ti y tu mensaje. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, primero, liberarnos de lo que nos impida ser más fieles a Jesús, para, después, intentar asemejarnos a él en su acción liberadora de los demás,

Miguel.

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