miércoles, 24 de enero de 2024

La autoridad de la coherencia

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

28 de Enero de 2024                                                

Domingo de la Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Deuteronomio 18, 15-20 / Salmo 94, 1-2. 6-9 Ojalá hoy escuchen la voz del Señor / I Corintios 7, 32-35

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     1, 21-28


    Jesús entró en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

    Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».

    Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.

    Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!» Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor ha anunciado que, siempre que sea necesario, nos enviará un profeta: «pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que Yo le ordene» (1L), para «que ustedes vivan sin inquietudes» (2L). Lo podremos identificar en que actuará semejante a Jesús: hablando con autoridad y expulsando el mal (Ev). Es normal que ante esto sintamos agradecimiento reverencial y «Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó» (Sal) y, luego, dedicar la vida -o parte de ella- a anunciar su Buena Noticia.

Y el tremendo daño que provoca la incoherencia.

Hay muchos grandes personajes de la historia, personas que, con sus conceptos y acciones, marcaron el desarrollo de nuestras sociedades, sin embargo, para nosotros los creyentes, algunas de sus opiniones u opciones nos son conflictivas.

El gran filósofo del siglo XIX Friedrich Nietzsche, por ejemplo, afirmó: “Dios ha muerto”. Existe un mar de estudios para explicar aquella afirmación, pero no deja de ser asombroso que provenga del hijo de un pastor luterano, como era él...

Por su lado, otra frase que nos causa escozor es la del pensador social Carlos Marx, quien espetó: “la religión es el opio del pueblo”, observación surgida en la sociedad que él conoció: cristiana, pero donde existía miseria material, ignorancia y exclusión, cosas que los religiosos trataban de evitar que se pensaran y, por lo tanto, se corrigieran.

Por último, señalaremos una frase que nos parece que explica estas y muchas críticas. Es del Mahatma Gandhi, liberador de la India, persona de gran espiritualidad: “No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo. El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven en conformidad con lo que enseñan”.

Pues bien, los escribas eran hombres cuyo trabajo era estudiar la ley (la Palabra de Dios), interpretar asuntos de convivencia social basados en ésta, pero su misión más importante era preservar la escritura; copiaban la Biblia meticulosamente. Gracias a ellos se preservan importantes manuscritos del Antiguo Testamento.

Eran ampliamente respetados por el pueblo debido a sus conocimientos, dedicación y su apariencia externa de guardar la ley. Sin embargo, su principal inconveniente es que fueron añadiendo muchas tradiciones humanas a lo que se entendía que Dios había dicho (Mc 7,13).

Debido a eso, en algún momento Jesús llegó a estremecer a sus seguidores declarando que la justicia de los escribas no era suficiente para lograr que alguien entrara en el espíritu del Reino del Padre Bueno (Mt 5,20). Y después dedicó todo un sermón a contrastar lo que le había sido enseñado al pueblo por los escribas (y los fariseos, que pese a no ser lo mismo estaban íntimamente relacionados), versus lo que Dios realmente quería: «han oído que se dijo … pero yo les digo» (Mt 5,21-48).


Posteriormente, el Maestro condenó la tremenda hipocresía de ellos, que conocían de manera privilegiada la ley, la enseñaban, y que, sin embargo, no se dejaban guiar por ella (Mt 23). Había que rescatar, por lo tanto, sus enseñanzas, pero no imitar su ejemplo, ni su soberbia (Jn 7,47-49).

En ese contexto, contrariamente a lo anteriormente reseñado, Jesús causaba asombro entre la gente, porque «les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas». Y su autoridad, como hemos aprendido (si es que lo hemos aprendido) viene de la coherencia entre su palabra y su acción.

Porque, si sus enseñanzas hubiera que resumirlas, habría que decir que él pensaba que el Reino de Dios estaba cada vez más cerca de nuestra sociedad si amábamos y servíamos al prójimo (Jn 13,34; Mc 9,35), que fue lo mismo a lo que se dedicó él durante su vida (Hch 10,38).

La conclusión que proponemos al respecto es que no miremos tanto, ni siquiera repudiemos, a quienes tendrán sus motivos para expresar visiones críticas sobre nuestras creencias, sino que pongamos nuestro mejor empeño en hacer que éstas se reflejen en acciones buenas para los demás.

 

Señor, tú que enseñaste de una manera que siempre será nueva, una llena de la autoridad que da la coherencia, guía nuestros pobres intentos para asemejar algo nuestra forma de vivir a este bello ideal y perdona cuánto hacemos en dirección opuesta a las enseñanzas que hemos recibido de ti. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, rescatar y vivir el imprescindible y complejo (por nuestra innata comodidad), valor de la coherencia personal entre fe y acciones,

Miguel.

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