PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
18 de Febrero de 2024
Domingo de la Primera Semana de Cuaresma
Lecturas de la Misa:
Génesis 9, 8-15 / Salmo 24, 4-9 Tus senderos, Señor, son amor y fidelidad / I Pedro 3, 18-22
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 12-15
El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La Cuaresma que comienza es un recordatorio de que por siempre «El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados» (Sal), es decir, a todos nosotros, debido a que Él es fiel a su promesa: «Yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes» (1L). Por nuestra parte es momento para seguir intentando hacer concreto «el compromiso con Dios de una conciencia pura» (2L); aquella que nos impulsa a vivir de acuerdo a la Ley del Amor, que es la manera efectiva de acoger el llamado permanente de nuestro Señor: «Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Ev).
Y las herramientas que se nos proponen para vencer.
Si tomamos nuestra Biblia para revisar el texto que se nos propone esta semana (una muy sana y recomendable práctica para todo/a aquel/la que quiera encontrarse con la que llamamos “palabra de Dios”), veremos que falta algo en el comienzo… se trata de la expresión “en seguida” o alguna otra semejante (dependiendo de la traducción que tengamos a mano), indicando que hay un evento previo a lo que se nos presenta a la meditación.
Pues bien, lo que ocurre inmediatamente antes, según el evangelista, es el bautismo de Jesús, con lo que captamos que después de que el Espíritu de Dios desciende sobre el Nazareno (Mc 1,10), se pone rápidamente en acción, guiándolo en medio de las tentaciones. Más aún, es el propio Espíritu el que lo condujo al desierto para que viviese esa experiencia.
Así, nosotros comprendemos que toda la misión, los gestos y palabras de Jesús son fruto de la fuerza del Espíritu de Dios manifestándose desde él.
El lugar «donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás», es muy significativo para la cultura de Jesús (y para todo/a aquel/la que tiene contacto con la Biblia): se trata del desierto, el cual es históricamente el lugar de las pruebas, mismas que, si son superadas, producen la sintonía con Dios.
Así ocurrió con el viaje de los liberados por el Señor de la esclavitud de Egipto, encabezados por Moisés, para dirigirse, previa larga purificación en esos parajes, hacia el lugar al que su Dios les ofreció para cambiarles definitivamente la vida (Ex); mucho después, ese mismo pueblo cae en la traición a su Dios, el cual les hablará, como quien ama a su esposa, por medio de su profeta: «yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Aquel día –oráculo del Señor– tú me llamarás: “Mi esposo”» (Os 2,16-18).
Los cuarenta días tienen también resonancias bíblicas: los días que duró el diluvio, los años que duró el peregrinaje del pueblo hacia la Tierra Prometida… etc. una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que serían superados por la vida de Jesús, el Salvador enviado por Dios (Jn 3,17).
Si nos fijamos, Marcos, al contrario de los otros evangelistas, que las cifran en tres, no da por concluidas las tentaciones, como queriendo decirnos que éstas seguirán durante toda la existencia del Maestro, algo que confirmamos si leemos el resto del evangelio.
De hecho, en los momentos finales de su vida, encontramos que les dice a sus discípulos: «Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas» (Lc 22,28). Y, como sabemos, en el desierto estaba solo…
Algunos ejemplos: «Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”» (Mc 10,2).
Pero no sólo sus adversarios. Su discípulo más cercano pretende hacerlo dudar de sus opciones de vida -lo que podríamos decir que es un resumen de las tentaciones del demonio en los otros evangelios-, provocando su reacción airada (Mc 8,31-33).
Y, como si fuera poco, la tentación le acompañará hasta los últimos instantes: «Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: “¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!”» (Mc 15,29-30).
Teniendo presente que es parte de nuestras vidas (como lo fue de la de Jesús) ser tentados o probados en la fidelidad, el mensaje de hoy podría ser, primero, confiar en que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5). Es decir, que el Espíritu de Dios, que habita en nosotros (1 Cor 3,16), nos permite ser imagen y semejanza del Padre Bueno, en ser compasivamente misericordiosos con todos, por lo que, si se lo permitimos, nos ayudará a enfrentar las tentaciones que quieren alejarnos de ese caminar fraterno y solidario de la mejor manera.
Después, nos ayudaría buscar “desiertos” eficaces (lugares donde huir del ajetreo y el ruido cotidiano)
por periodos de tiempo suficientes (40 horas, 40 minutos, 40 segundos, usando el número simbólico), que puedan ser bien aprovechados para ayudarnos a reflexionar cómo combatir nuestros propios demonios (comodidades, inflamación del ego, costumbres arraigadas no tan en línea con los evangelios), esos que nos alejan de la fidelidad a las enseñanzas del Maestro.
Lo anterior, para poder aprender a vencerlos y, después, dedicarnos, cada vez más y cada vez mejor, a que nuestra vida (nuestra caridad, nuestra esperanza y nuestra fe) anuncie «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Todo para que este anuncio ayude a encontrar mejor vida, vida más plena, a nuestros hermanos de humanidad, hijos del mismo Padre Dios, a los que, por llamarnos cristianos, somos enviados a complementar los caminos de salvación que nos enseñó Su Hijo.
Confiamos en ti, pero, como sabes, siempre necesitaremos que aumentes nuestra fe, de tal manera que sepamos vencer nuestros demonios y podamos ser todo lo fieles que quisiéramos a tus enseñanzas de amor misericordioso a los demás. Por eso, te volvemos a pedir: auxílianos, Señor. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, reconocer lo que nos limita (nuestras pruebas) en orden a ser fieles seguidores de las enseñanzas de Jesús, para, luego, buscar vencerlo,
Miguel.
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