PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
27 de Julio de 2025
Domingo de la Décimo Séptima Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Génesis 18, 20-21. 23-32 / Salmo 137, 1-3. 6-8 ¡Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué! / Colosenses 2, 12-14
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 1-13
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquellos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación».
Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle," y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos".
Yo les aseguro que, aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La oración se trata de tener conciencia de que, pese a que «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor» (1L) para entablar un diálogo con él, confiados en la convicción que nos transmite Jesús, acerca de que de Él sólo podremos conseguir cosas buenas, porque es no sólo nuestro Padre, sino el mejor Padre que hay (Ev). Si a esto le sumamos «la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos» (2L) -es decir, que para Él nada es imposible- podemos, entonces, identificarnos con el salmista que canta «Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca» (Sal) y después mostrarnos agradecidos, amando y sirviendo a sus otros hijos más desvalidos.
Jesús enseña a dirigirnos al Padre.
Es grave que una persona pase mucho tiempo sin dirigirle la palabra a su pareja, hijos, amigos, las personas de su entorno. Peor es (y, sin embargo, sucede) que alguien que se diga creyente pase mucho tiempo sin relacionarse con Dios. Hoy se nos da una enseñanza sobre esto.
Algo admirable veían los discípulos en la forma luminosa que tenía Jesús de orar. Y algo intuían a la vez: su oración le daba una energía distinta a la propia y lo movía a hacer las cosas extraordinarias que lo caracterizaban. Por eso, probablemente, le piden que les enseñe a orar (como él).
Entonces, el Maestro, que no es alguien que le guste hacer teoría, menos si de enseñar se trata, les da un método, no una fórmula rígida como parecemos entenderlo los cristianos actuales. La prueba es que la versión de Mateo no es exactamente igual a esta (ver Mt 6,9-13).
Empezando, estas palabras son una gran escuela de oración, por el orden en que presenta Jesús las peticiones: las primeras, orientadas a Dios, a exaltar su Grandeza; y, a continuación, las que se refieren a nuestras necesidades, solicitándole su misericordioso auxilio.
«Cuando oren, digan: Padre». Lo primero es identificar a la Persona a la que nos dirigimos: El Padre, Uno que le da lustre a esa palabra. Nadie como Él. Y, a la vez, este solo término podría ser toda una oración sencilla y profunda, si lográsemos repetirla lentamente, desde el fondo de nuestro corazón, asumiendo que "eres mi Padre”, “eres nuestro Padre”.
Cuando expresamos a continuación: «santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino», confiamos en que pueda ser reconocido y tratado como su Grandeza se lo merece, debido a que se ve que reina entre nosotros.
Para eso, pedimos que sepamos hacer en nuestra sociedad, en nuestras familias y en todas partes lugares donde se vea que este reinado, lo que ocurre, por ejemplo y de manera primordial, cuando obtenemos el pan que nos es necesario; todos sus hijos, sin excepción, como quiere el buen Padre que Él es.
Entendiendo nosotros, los orantes, que necesitamos que Su Bondad nos enseñe a vencer lo horribles personas que podemos llegar a ser muchos de sus hijos, cuando nos vence el egoísmo y somos capaces de acaparar alimento mientras otros padecen hambre. Esta es una de las deudas más graves que tenemos como humanidad y por la que le solicitamos perdón y su auxilio para llegar a asemejarnos a la misericordia suya, lo que nos permitiría librarnos de las tentaciones que nos quitan humanidad, al optar por vivir de manera superficial, trabajando sólo para acumular bienes materiales, dejándonos dominar por la tristeza y la desilusión. Lejos del plan de Dios.
Culmina esta enseñanza invitando a la confianza: «pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá»
¿Por qué podemos esperar que conseguiremos todo esto y más? Porque nos ha enseñado su Hijo acerca de su tremenda generosidad, ya que, «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan».
Padre Bueno y de todos, que estás lejos de nuestras miserias y muy cercano a nuestra humildad, Santo, Santísimo eres, reina tu amor misericordioso entre nosotros cuando logramos abrirnos a la solidaridad y la reconciliación entre nosotros, tus hijos. Gracias por tu amor.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber orar y hacer coherencia las palabras de Jesús, que enseña a dirigirse al Padre Dios,
Miguel.
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