miércoles, 10 de septiembre de 2025

Para conocer mejor el corazón de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

14 de Septiembre de 2025                                       

Domingo de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Éxodo 32, 7-11. 13-14 / Salmo 50, 3-4. 12-13. 17. 19 Iré a la casa de mi Padre / I Timoteo 1, 12-17

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     15, 1-10


Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

 Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".

 Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

 Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".

 Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

Enseña el Maestro que «se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte» (Ev). Para llegar a esa feliz conversión, ayuda primero reconocerse pecadores y luego orar: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), confiando en que «Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores» (2L). Contamos con su auxilio, entonces, pero también el de los demás hermanos y ellos con el nuestro, cuando intercedemos unos por otros ante Dios, nuestro Padre común (1L).

Uno tan grande que caben todos.

Jesús tenía problemas con los "buenos religiosos", supuestamente buenas personas, buenos cumplidores de la Ley de Dios, quienes lo acusaban de relacionarse con gente de mala reputación, de mal vivir, según el punto de vista juzgador que se arrogan para sí, debido a lo que consideraban su fiel práctica religiosa. 

Pues bien, en otra ocasión, el Maestro afirma que sólo Dios es Bueno (Mc 10,18), es decir, que ni uno solo de estos críticos -ni nadie-, puede sentirse superior a los demás en pulcritud -o pretender tener derecho a ello-, por lo que, tampoco, a mirar en menos a quien sea (Mt 7,3).

Hoy su respuesta a estos cuestionamientos es mediante parábolas, las que posteriormente hemos llamado las "de la misericordia de Dios", contenidas en todo el capítulo 15 del evangelio de Lucas. En esta ocasión nos centraremos sólo en dos de las tres narraciones. La otra es la conocida como "el hijo pródigo", pese a que el personaje principal es el padre misericordioso.

Por motivos de espacio y de que ya hemos reflexionado sobre aquella en otra oportunidad, además de que el sentido es uno solo para las tres, nos centraremos en las que mencionamos, pero aludiremos a la omitida.

Partamos por decir que, con estas parábolas, Jesús nos regala el mejor retrato y la mejor descripción de cómo es el corazón del Padre Dios de toda la Biblia. Y de toda nuestra vida.

La justificación de la actitud de Jesús que les merece crítica a estas personas, es que, según su experiencia de Dios, Él ama y busca a los "malos". De hecho, en otro momento les dice a las autoridades religiosas de su pueblo que «los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios» (Mt 21,31). Pues bien, esa misma actitud de acogida tiene él.

Hoy leemos que una oveja, una moneda (y, en el otro caso, un hijo) se pierden; pero, al final, se vuelven a encontrar. Claramente, Jesús no habla del animal, el objeto (o la persona), sino del buscador, reflejo de la imagen que tiene de Dios y su rasgo principal: que es mucho más Misericordioso (Ef 2,4), que Puro y Santo, distante de los pecadores, que es lo que relevan tanto sus seguidores apegados a los ritos de las religiones.


Por eso, en estas narraciones se nos revela que es Él quien toma la iniciativa. Todas tienen un final de alegría por el rescate desde su estado de extravío. Son una tremenda respuesta al escándalo de los moralistas contra Jesús y contra Dios mismo.

Es que esto es lo central del evangelio, por eso es Buena Noticia, noticia feliz, porque nos llena de alegría: el amor gratuito de ese Dios, quien no nos ama porque seamos buenos; sino que primero él nos ama, sin pre- requisitos, y eso nos hace "buenos" a sus ojos. La consecuencia es que nuestras obras buenas, aquellas que todos comprendemos como parte de la vida cristiana, no son la causa, sino la consecuencia-respuesta al amor misericordioso del Padre para nosotros.

Lo siguiente sería cuestionarnos: ¿cómo miramos nosotros a los que consideramos pecadores? ¿nos consideramos mejores que ellos?

 

Somos la oveja que se pierde con demasiada facilidad en los caminos de la vida. Tú eres, Señor, quien nos busca, nos cargas en tus hombros, nos sanas y nos salvas sin que lo merezcamos. Y así descubrimos la inmensa misericordia del Padre. Ese amor incomprensible que se alegra más por la recuperada que por las que sienten que no lo necesitan. Que podamos reflejar la alegría del cielo en nuestro actuar y nuestro vivir. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, gozarnos de la maravillosa noticia de que somos amados gratuita e incansablemente por el Buen Dios,

Miguel.

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