PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
5 de Octubre de 2025
Domingo de la Vigésimo Séptima Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4 / Salmo 94, 1-2. 6-9 ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor! / II Timoteo 1, 6-8. 13-14
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 3-10
Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».
Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después?" ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Quien quiera ser seguidor/a de Jesús, el cual -recordémoslo- está entre nosotros como el que sirve (Lc 22,27), en este mundo en que nos toca vivir, donde no se ve «más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia» (1L), debe aportar la diferencia, que se manifiesta en el espíritu de reconciliación y de servicio (Ev), para contribuir a la paz y la fraternidad, aunque cueste, contando con que «el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad» (2L). Por lo tanto, «ojalá hoy escuchen la voz del Señor» (Sal). Amén.
De una manera que sea útil.
Casi cualquier persona, sea creyente o no, entiende que el contenido central y esencial del cristianismo es el amor.
Nosotros, que le creemos a Jesús, necesitamos darle contenido a este mandamiento suyo (Jn 13,34).
Tal vez este texto nos dé una síntesis precisa de lo que hay que hacer para que ese amor sea concreto y eficaz. Es decir, para no quedarse sólo en buenas intenciones vacías.
Primero, preguntémonos: ¿qué mejor forma de demostrar amor puede haber que ser misericordioso/a con la otra persona?; al punto que, si tu hermano «peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».
Sólo alguien que sabe amar puede hacer algo así.
El Señor mismo es el ejemplo de esto. Recordemos las palabras de Jesús: «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17). Es decir: porque Dios ama al mundo (a nosotros) envía a su hijo, no para condenar, sino para salvar promoviendo la misericordia.
Más aún, enseña que, entre nosotros, el amor borra los pecados: «sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor» (Lc 7,47).
Más concretamente, y para graficar la importancia de esta manifestación de amor, Jesús la subordina a las propias prácticas religiosas: «Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda (Mt 5,23-24).
La segunda práctica real, eficaz, de amor consiste en manifestarlo sirviendo a los demás, tal como Jesús hizo carne ese amor que nos tenía: «el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,44-45).
Todo esto, recordando que nuestro Maestro y ejemplo de vida, Jesús, se regaló generosa y gratuitamente (Rm 5,10), pese a su condición divina (Flp 2,6), para identificarse con nuestra humanidad (Jn 1,14) y servirla como uno más (Hch 10,38).
Sin embargo, a la vez, recordamos que Jesús había dicho: «Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,15).
Entonces, ¿somos servidores o somos amigos? ¿Habremos entendido mal cuando creimos que, por medio de él, Dios nos invitaba a disfrutar de su cercanía, a compartir su felicidad, a gozarnos de integrarnos a este Dios-comunidad, que es Padre, Hijo y Espíritu de Amor?
Pero si estamos en lo correcto, ¿por qué, entonces, la enseñanza de hoy es: «cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"»?
Podríamos entender que se debería a que, si el mandamiento más grande y más importante es amar a Dios por sobre todo (Mt 22,36-38) y el amor, si es auténtico, es completamente gratuito -es decir, que no lleva la
cuenta de lo hecho por la persona amiga-, corresponde que sintamos como una "obligación" privilegiada poder servirlo, sirviendo a sus hijos, nuestros hermanos, porque, pese a que somos hijos e hijas amados en su Hijo (Ef 1,5), también debiésemos despojarnos de esa alta dignidad para servir a los demás.
Sólo alguien que sabe amar puede hacer algo así.
Concluyamos, entonces, que, si somos cristianos, somos gente que sabe amar. Y el amor no es algo abstracto, sino que se manifiesta en acciones concretas, entre las que se destacan, porque la humanidad lo necesita, perdonar y servir.
Te pedimos, Señor, al igual que tus primeros discípulos, que nos aumentes la fe. De tal manera que sepamos crecer en coherencia, para que intentemos vivir tu gran mandamiento de amar de forma concreta y eficaz, porque el amor, como la fe, si no tiene obras, está muerto. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, servir más y perdonar más, como formas concretas de vivir el mandamiento fundamental del amor,
Miguel.

No hay comentarios:
Publicar un comentario