PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
19 de Octubre de 2025
Domingo de la Vigésimo Novena Semana Durante el Año
Lecturas de la Misa:
Éxodo 17, 8-13 / Salmo 120, 1-8 Nuestra ayuda está en el nombre del Señor / II Timoteo 3, 14—4, 2
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La batalla ganada por Josué (1L) y el relato de la viuda maltratada por el adversario y por quien debía protegerla (Ev), son signos que se nos dan para que aprendamos a confiar en que «el Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida» (Sal); son ejemplos para los cristianos, de que quien «insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable» (2L) con constancia y sin desanimarse logrará la justicia del Reino.
Y orar para crecer en esta actitud.
Últimamente han estado saliendo a la luz evidencias de algo que sospechábamos, pero no se había probado: existen, en nuestro país, jueces que se venden, dando como resultado una justicia injusta que beneficia a quien tiene más dinero y, que, por lo tanto, perjudica a los más sencillos.
Como podemos notar, según el relato de este día, esto tampoco es una novedad en la historia: en tiempos de Jesús también existían jueces abusivos, como este «que no temía a Dios ni le importaban los hombres».
El maestro nota y hace notar esto, porque observa atentamente que vive en una sociedad que no es la que él sueña, porque no es según la voluntad de su Padre, o el Reino de Dios, al cual ha dedicado su misión a promover y anunciar. Y eso le duele.
Teniendo en cuenta lo anterior, es importante no malinterpretar este texto suponiendo que tenemos que relacionarnos con el Señor como lo haríamos con un juez corrupto, buscando sobornarlo o intentando presionarlo.
Veamos: en la Biblia las viudas son, junto con los huérfanos, las personas más desamparados. El problema de la de esta historia es que, como es pobre, no ha podido hacer ningún regalo al juez para comprar su favor. Por lo tanto, sólo puede mendigar equidad: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario».
Está en absoluta desventaja, como nosotros frente al Señor. Pero, ¡por Dios! Él no se asemeja en nada a ningún personaje torcido.
Y, si nos damos cuenta, tampoco el objetivo parece ser enseñar a orar, sino que más bien es una parábola para aprender a confiar, con la certeza de que Dios nunca falla.
Porque, conociendo a Jesús y a nuestro Padre del Cielo, sabemos que Él no necesita, como el juez, que le hagamos ver reiteradamente lo que necesitamos. Ni cohecharlo con sacrificios y mandas. Esto, debido a que Él es bueno y no es ciego ni sordo. Por lo tanto, la invitación de Jesús es a poner nuestra confianza en su amorosa bondad: «¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar?».
Tengamos presente, también, que Jesús les anunciaba a sus discípulos, repetidamente, que iban a sufrir expulsiones de la comunidad, que serían perseguidos como él mismo. Pero, hoy, por ejemplo, quiere que sepan que en esas circunstancias su vida no dependerá de un juez inicuo. Así se entiende que manifieste esto como bendición: «Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les
pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron» (Mt 5,10-12).
Para ellos, para nosotros, para todos, el desafío es saber «orar siempre sin desanimarse», lo que no significa ser insistentes, sino animados por la confianza en que Dios es un Padre Bueno.
Surge adecuado preguntarse: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». Es decir, ¿encontrará este tipo de fe confiada?. Hoy, aquí, en tu vida, en tu comunidad, ¿existe este tipo de fe?
Perdónanos, Señor, por no terminar nunca de confiar plenamente en que eres más Justo que cualquier juez, más Bueno que cualquier padre y más misericordioso que lo que nadie puede ser. Gracias por mantenerte fiel a ti mismo, pese a nuestra debilidad. Sigue guiándonos por lo caminos de la coherencia de nuestra fe con nuestro actuar. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, intentar, cada vez más y cada vez mejor, ser confiados en quien ha dado muestras de confiabilidad siempre: el Buen Padre Dios,
Miguel.

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