PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
14 de julio de 2013
Décimo Quinto Domingo Durante el Año
Lecturas:
Deuteronomio 30,
9-14 / Salmo 68, 14. 17. 30-31. 36-37 Busquen al Señor, y vivirán / Colosenses 1, 15-20
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
10, 25-37
Un
doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué
tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en
ella?»
Él
le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
«Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la
vida».
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta
pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo,
lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el
mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un
levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al
pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo
condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos
denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo
que gastes de más, te lo pagaré al volver".
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre
asaltado por los ladrones?»
«El
que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
Y
Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
Palabra del Señor.
MEDITACION
La potente señal para
este día no es para saber quién es el prójimo, sino quién se comportó como tal,
es decir: «El que tuvo compasión» (Ev) de todo
aquel que en el sufrimiento rogó: «Mi
oración sube hasta ti, Señor, […] respóndeme, Dios mío, por tu gran amor» (Sal). Y la
respuesta de Dios es el/la cristiano/a, que es quien ha «escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y
sus leyes» (1L). A través de la acción misericordiosa de cada uno de ellos,
se actualiza la misión de Jesús, quien «quiso
reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo la paz por la sangre de su cruz» (2L).
Cualquiera
sabe cuál es el principal mandato cristiano: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti
mismo».
No todos tienen claro -juzgando por los
resultados-, tal como el maestro de la ley, quién es ese prójimo a quien debe
aplicarse el precepto...
El
especialista en mandamientos, por los motivos que sea, requiere la opinión de
este maestro “de moda”, porque probablemente le ha visto actuar y le ha oído
decir palabras que no encuadran exactamente en lo que es la forma como hasta el
momento han comprendido estas cosas.
Pero,
al comenzar a responder, Jesús lo dirige a lo que son sus conocimientos, lo que
domina: “qué lees en la Biblia que dice al respecto”… Es decir, su intención no
es contradecir nada de lo que su pueblo comprende como la voluntad de Dios,
porque él no está ahí para desdecirla, sino para darle pleno cumplimiento (cf
Mt 5,17).
Por eso la respuesta correcta a la inquietud del doctor es la que siempre ha
estado al alcance de ellos en los Mandamientos.
El
problema se produce en la interpretación que se les fue dando a estos. Porque
estaba escrito en los libros sagrados, desde hacía unos catorce siglos: «Amarás
a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19,18). Sin embargo, por el
hábito humano de fijar fronteras, unos podían entender que este era el miembro
de su familia; otro, el de su tribu; y alguno más generoso, su compatriota.
Pero
Jesús, quien quiere que alcancemos la vida, concepto otorgado por el mismo
libro bíblico mencionado antes (cf. Lev 18,5), para eso, nos quiere
ayudar a derribar barreras, y didáctico como suele ser, le ofrece a su
interlocutor y a todo aquel que quiera escuchar (incluidos nosotros) la
historia del buen samaritano: uno que no se fijó en la nacionalidad o cualquier
otra condición del necesitado y sólo actuó movido por la compasión que nace
normalmente del corazón humano, cuando no está distorsionado o definitivamente atrofiado
por los prejuicios. Con esto lo pone (y nos pone) frente a frente con nuestra
vida, nuestras opciones y nuestros criterios, para que apoyados en ellos
busquemos la interpretación que dé sentido a la Palabra de Dios. Y, cuando esa
interpretación saca lo mejor que tenemos en nuestro interior, inevitablemente
logramos un estado de paz y alegría interior.
El
mandato: «Ve, y
procede tú de la misma manera» es una renovación
del «mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros» (Jn 13,34).
Porque él mismo no hizo cuestionamientos ni exigió requisitos para hacerse
prójimo nuestro, cercano a nuestras necesidades y dolores (cf Rm 5,6-8).
Todo
esto, recordémoslo, porque de ahí partió este texto que meditamos hoy, para
poder «heredar la Vida eterna», que
es una forma de decir llegar hasta el corazón del Eterno dador de Vida: Dios
Padre.
A
Él se llega pareciéndose a su Hijo en su disposición misericordiosa hacia los
demás; de Él uno se aleja cuando se distancia de quien pasa por necesidades y
dolores, es decir quien, pudiendo, no quiere hacerse prójimo de él.
Señor,
enséñanos a no pasar insensibles por el lado de las necesidades de los demás,
sino, por el contrario, que nos transformemos en canal de tu amor para todos.
Así sea.
Agradecidos de los
regalos de Paz, Amor y Alegría de Dios, buscando responder siendo buenos samaritanos
de quienes lo necesiten,
Miguel.
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