jueves, 8 de agosto de 2013

De esa forma, el Reino que el Padre quiere regalarnos estará presente y actuante en medio nuestro

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
11 de agosto de 2013
Décimo Noveno Domingo Durante el Año

Lecturas:
Sabiduría 18, 5-9 / Salmo 32, 1. 12. 18-20. 22 ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! / Hebreos 11, 1-2. 8-19

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   12, 32-48

   Jesús dijo a sus discípulos:
    «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
    Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
    Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
    ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
    ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
    Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
    Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
    Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
    El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
    El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
    Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Hoy se nos invita a vivir preparados para el encuentro definitivo con Dios, el cual, como nos recuerda Jesús, puede ocurrir en cualquier momento y sin previo aviso. Mientras, «los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles» (Sal), viendo cómo le creemos a Él, ya que «la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven» (2L). Por eso, confiados en su Palabra esperamos «la salvación de los justos» (1L) de la manera que nos enseñó: no acumulando, sino desprendiéndonos, «Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo» (Ev).
Hace poco más de una semana se conoció la noticia de un exitoso jugador de fútbol ecuatoriano fallecido en un país árabe adonde se había ido atraído por la cantidad de dólares que percibiría, mayor que lo que conseguiría en muchos otros lugares. La causa de su muerte fue una peritonitis que no logró tratarse correctamente, debido al desconocimiento del idioma.
Este triste acontecimiento, además de la natural compasión por la suma de circunstancias desafortunadas que llevaron a tan trágico desenlace, nos ayuda a recordar, una vez más, que el dinero no da la vida.
El Padre quiere regalarnos una buena vida, una vida plena, o, en otras palabras, el Reino, pero la puerta para entrar es estrecha (cf Mt 7,13), por lo que se necesita alivianar la carga, así lo que llevamos no nos impide traspasarla. 
El principal estorbo, como nos enseñaba el Maestro el Domingo anterior, es tener el corazón puesto en los tesoros materiales, más que en el amor del Padre.
Entonces, si vivimos conscientes de lo pasajero que es todo lo mundano y, además, confiamos en las promesas de Jesús y su Padre, dejándonos guiar por el Espíritu Santo, nos será más fácil no temer, como nos invita el Maestro y ser «como los hombres que esperan el regreso de su señor», para recibirlo cuando vuelva a juzgar cómo hemos vivido sus enseñanzas. La principal de ellas, su mandamiento central: «Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros» (Jn 13,34).
De esa forma, sin darnos cuenta, el Reino que el Padre quiere regalar a su «pequeño Rebaño» estará presente y actuante en medio nuestro.

Nos quieres regalar tu reino, nos has regalado a tu Hijo con todo su accionar compasivo y misericordioso, nos envías al Espíritu santificador que derrama tu amor en nosotros. Grandes cosas has hecho en nosotros (cf Lc 1,49). Gracias, Señor.

Esperando activamente la herencia del Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,

Miguel.

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