15 de agosto de 2013
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Lecturas:
Apocalipsis 11, 19;
12, 1-6. 10 / Salmo 44, 10-12. 15-16 Es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir / I Corintios 15,
20-27
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
1, 39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de
la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta
oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena
del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor
venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte
del Señor.»
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad
la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo
temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a
los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel,
su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros
padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»
María permaneció con Isabel unos tres meses y
luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
MEDITACION
María,
recién enterada de que sería madre del “esperado de los tiempos” «partió y fue sin demora» a servir donde
la necesitaban
Y,
como reacción en cadena, a partir de este gesto surgen muchas explosiones de
alegría: el niño en el vientre; la propia madre, Isabel, que se llena del
Espíritu Santo (el espíritu de la alegría); y hasta María, estremecida de gozo…
Como
decía Gabriela Mistral: “el servicio es alegría”. Y la alegría es contagiosa.
Por
eso, el Señor, quien quiere una vida plena para nosotros, nos invita a ser
felices ayudando a otros, cada vez que se presente la ocasión (cf
Mc 10,44).
Que
descubramos la alegría de, como tú y tu madre, Señor, ser servidores de los
demás, cuándo y dónde se nos necesite. Así sea.
Esperando
activamente la herencia del Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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