martes, 13 de agosto de 2013

Las tristes herencias de la búsqueda del poder

13 de agosto de 2013
Martes de la Décimo Novena Semana Durante el Año

Lecturas:
Deuteronomio 31, 1-8 / Salmo Dt 32, 3-4. 7-9. 12 ¡La herencia del Señor es su pueblo!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   18, 1-5. 10. 12-14
    Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
    Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
    Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
    ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Hay que saber renunciar a tiempo y saber también delegar responsabilidades. Moisés ha sido el líder
de su pueblo por mucho tiempo y ahora, haciendo conciencia de la edad que tiene, reconoce que «en adelante no podré ejercer ninguna actividad» (1L). Es la actitud de un grande. Por eso era amigo de Dios.
Cuando a Jesús le consultan cómo ser considerado en esa “selección”, responde «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos». Es que una característica de los niños es que no tienen ansias de dominación sobre otros.
¡Qué diferente sería el mundo si cambiásemos tanto que nos hiciéramos como niños! ¡Cuánto bien nos haríamos a nosotros mismos venciendo esas pesadas cargas que imponen la soberbia, la vanidad y el afán de tener cada vez más!, todas herencias de la búsqueda del poder.

Renuévanos en la humildad, Señor, por nuestro bien, el de quienes se relacionan con nosotros y el de la humanidad. Así sea.

Esperando activamente la herencia del Reino de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.


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