PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
4 de agosto de 2013
Décimo Octavo Domingo Durante el Año
Lecturas:
Eclesiastés 1, 2; 2,
21-23 / Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 Señor,
Tú has sido nuestro refugio / Colosenses 3, 1-5. 9-11
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
12, 13-21
Uno
de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo
la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro
entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en
medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus
riquezas».
Les
dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían
producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo
dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré
mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y
mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos
años; descansa, come, bebe y date buena vida".
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y
para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a
los ojos de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACION
«¿Qué
le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el
sol?» (1L): la
posibilidad de ganarse su sustento y el de los suyos, además de la oportunidad
de realizarse personalmente desarrollando sus capacidades, «para que nuestro corazón alcance la sabiduría» (Sal). El
problema se presenta cuando nos gana la codicia, como si nunca fuésemos a
escuchar «Insensato, esta misma noche vas
a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?» (Ev).
Nuestro Maestro nos invita a ser sensatos, a seguir el camino que lleva a la
felicidad, luchando contra el egoísmo, revistiéndonos «del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto,
renovándose constantemente según la imagen de su Creador» (2L), de
manera de parecernos cada vez más a Él en su amor y entrega gratuita
permanente.
Un
estudio reciente indica que el 1% más rico de la población del planeta posee
casi la mitad de todos los bienes existentes. Otro, señala que en nuestro país
el 1 % de las personas con mayores ingresos concentró entre el 2005 y 2010 el
32,8 % de los ingresos totales…
El
Papa, desde la pobreza, una favela de Río de Janeiro, dijo: “Me gustaría hacer
un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos
los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se
cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede
permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que
cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución
para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del
individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y
lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el
otro un competidor o un número, sino un hermano” (25/07/2013).
La
raíz del problema presentado a Jesús en el evangelio y, de muchos otros que
afectan a la humanidad, es la avaricia, la codicia, olvidar que «la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas»,
y eso provoca
lo que describe Francisco: reemplazar la fraternidad por la competencia.
Esta
actitud es insensata, porque no tiene en cuenta que todas las personas (y todas
las naciones) deben relacionarse unos con otros siempre y, si estas tienen por
base situaciones de injusticia, esas relaciones serán tensas y hasta violentas.
También
es insensata porque no es posible estar cerca de Dios si somos parte, aceptamos
o no queremos ver los efectos de tanto egoísmo.
Claro,
muchos de nosotros no somos millonarios ni tenemos personalmente la mínima
posibilidad
de influir en las decisiones que toman los dueños del dinero y el
poder. Pero un/a amigo/a de Jesús no puede quedarse de brazos cruzados sabiendo
que al menos un hermano suyo y del Señor sufre por todo esto –peor aún si son
tantos, como ocurre realmente-: algo hay que hacer.
Y,
cuidado con engañarnos a nosotros mismos, teniendo, en mucho menor escala, en nuestra
propia vida, el mismo apego a los bienes, manifestado en el consumismo
individualista, convencidos por los medios masivos, que nos haga actuar en la
práctica como si creyéramos que se asegura la vida por medio de lo que
poseemos; en vez de obrar generosamente, siguiendo sus
enseñanzas, en contra de la corriente del sistema, para hacernos «ricos a los ojos de Dios»
quien, sin duda, sí da Vida.
Que
no nos sea indiferente la injusticia provocada por el egoísmo, Señor; que ésta
iluminada por tu Palabra, nos mueva a buscar acciones para vencerla en nuestra
sociedad y también en nosotros mismos. Así sea.
Buscando ser
ricos en afecto y solidaridad como querría el Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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