3 de agosto de 2013
Sábado de la Décimo Séptima Semana Durante el
Año
Lecturas:
Levítico 25, 1.
8-17 / Salmo 66, 2-3. 5. 7-8 ¡Que
todos los pueblos te den gracias, Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
14, 1-12
La
fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados:
«Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se
manifiestan en él poderes milagrosos.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan,
a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No
te es lícito tenerla.» Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que
consideraba a Juan un profeta. El día
en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y
le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la
cabeza de Juan el Bautista.»
El
rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó
que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada
sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los
discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a
informar a Jesús.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Se
dice que en la antigüedad el mensajero que llevaba mala noticias era asesinado
o, en el “mejor de los casos”, maltratado violentamente. Era una forma nada
civilizada de responder acerca de cómo se recibió el mensaje.
Hoy
aún se dice “no maten al mensajero” cuando en vez de criticar el mensaje que se
recibe, se ataca a quien lo transmite.
Tal
cual fue lo sucedido al Bautista: murió porque a alguien con poder no le gustó
que le dijera una verdad.
En
la actualidad muy difícilmente alguien debe pagar con la vida por decir lo que
en conciencia considera que otro, especialmente los poderosos de este mundo,
están haciendo contra la justicia y la fraternidad humana.
Mala
señal acerca del grado de valentía con que nos comportamos los amigos de Jesús,
supuestamente formados en los criterios del Reino.
Pese
a que no corremos mayores riesgos, al menos físicos, no nos caracterizamos por
reconocerte con valentía y fidelidad. Perdón, Señor.
Con Paz, Amor y
Alegría por sabernos hijos muy queridos por el Padre Dios,
Miguel.
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