miércoles, 28 de agosto de 2024

Evitar torcer la Palabra de Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Septiembre de 2024                                         

Domingo de la Vigésimo Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8 / Salmo 14, 2-5 Señor, ¿quién habitará en tu Casa? / Santiago 1, 17-18. 21-22. 27

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     7, 1-8. 14-15. 21-23


    Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
    Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce y de las camas.
    Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
    Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
        "Este pueblo me honra con los labios,
        pero su corazón está lejos de mí.
        En vano me rinde culto:
        las doctrinas que enseñan
        no son sino preceptos humanos".
    Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
    Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor nos dice, a su Pueblo de todos los tiempos: «escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica» (1L). Pero con el avance de la historia vamos agregando a estos nuestras propias leyes, corriendo el serio riesgo de dejar «de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres» (Ev). Para ayudarnos a distinguir claramente lo correcto, es necesario saber que «todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre» (2L), además de tener siempre presente que Él quiere que sus hijos nos amemos. Así, concluimos que sus mandamientos no tienen tanto que ver con rituales sino con alabar al «que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo» (Sal).

¡Vade retro, hipocresía!

Un sitio de noticias de esa confesión religiosa, desde que se anunció su opción, ha publicado varias notas con los “datos que un católico debe saber de Kamala Harris”, la candidata demócrata a la presidencia de EEUU, en un tono de advertencia un tanto escandaloso. Sin embargo, no son tantas cosas, sino que una reiteración de sus posiciones y actuaciones como legisladora y fiscal a favor del aborto. Con eso tratan de convencer a los votantes que profesan dicha fe de que ella sería lo peor que le podría pasar a ese país.

Pero allí no se encuentra nada que recuerde que la alternativa es alguien homofóbico, racista, xenófobo, que permanentemente está insultando a otros. Es decir, una persona que no vive ni de cerca el importantísimo, para Jesús, mandamiento de amar al prójimo. Como si fuera poco, Trump ha sido declarado convicto (culpable) de delitos, además de demostrar, como presidente y como candidato que no respeta los medios democráticos.

¿Cuál sería la gran diferencia entre estos dos políticos que “deberían saber” los creyentes, según esa página? Que uno se dice cristiano, pero comete barbaridades que van en contra de lo que enseña nuestro Maestro, es decir, que el Señor podría perfectamente decir de él que lo «honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»; la otra, por su parte, tiene como gran “pecado” promover una práctica contra la que no encontraremos ninguna palabra de Jesús ni en el resto de la Biblia… ¿Lo peor que le puede pasar a un país es que alguien promueva interrumpir el proceso de los que podrían nacer o aquel que afecta la vida, la honra y los derechos de los muchos que ya nacieron?

Por otro lado, como sabemos, hay quienes por decirse cristianos determinan que no deben beber alcohol; otros, en base a su tradición, desdeñan el café…

Algunos promueven el que no deben celebrarse los cumpleaños; la Semana Santa tiene como una de sus costumbres la restricción de comer carnes rojas…

Otras congregaciones tienen entre sus normas el que las mujeres no se corten el pelo, no usen pantalones o que sus faldas deban tapar varios centímetros por debajo de la rodilla…

Para gran parte de la comunidad en general estas confesiones religiosas son sólo conocidas por este tipo de reglas. Es decir, lo que reflejan estos creyentes son más prohibiciones que propuestas.

¿Cuál es el criterio, al respecto, de quien tuvo el corazón más cerca que nadie del Buen Padre Dios? «Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre».


Notemos que le quitan pureza al evangelio que estamos llamados a anunciar (Mc 16,15) tantas complicaciones que salen de nuestra boca o las visiones sesgadas de las publicaciones en internet, como la que relatamos al comienzo.

Las personas a quienes, por su bien, se nos invita a mostrarles la Buena Noticia, tienen derecho a preguntarse si de verdad proclamamos una noticia alegre si está colmada de una serie de límites, de prohibiciones o hasta ocultamiento de hechos graves sólo porque quienes los cometen dicen ser cristianos…

Recordemos que, pese a lo que enseñen algunos, pocas cosas condenó Jesús, sin embargo, una muy clara fue el fingimiento de los religiosos. Por lo tanto, ojalá no nos hagamos merecedores de su fuerte crítica: «¡Hipócritas! Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».

 

Solemos dejarnos guiar por criterios que nos acomodan mucho más que por aquellos que tú enseñaste con bastante claridad, Señor. Peor aún: muchas veces intentamos convencer que lo que nosotros pensamos es tu voluntad. Líbranos de la hipocresía y la falsedad. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, evitar, cada vez más y cada vez mejor, nuestra tendencia a torcer la palabra de Dios para que calce con nuestra conveniencia o nuestra ideología,

Miguel.

 

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