viernes, 29 de marzo de 2013

Acompañamos a Jesús en su intensa Pasión, no con desesperación, sino con un espíritu esperanzado



29 de marzo de 2013
Viernes Santo

Lecturas:
Isaías 52, 13—53, 12 / Salmo 30, 2.6.12-13.15-17.25 Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu / Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

EVANGELIO
+ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    18, 1—19, 42
(Debido a la extensión del texto remito a la Biblia de cada cual y sólo reproduzco el fragmento central que está en Jn 19,12-30 )
Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César". Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César". Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'. Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,24 se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Palabra del Señor.

MEDITACION
La liturgia de la Iglesia nos propone hoy comenzar escuchando estas palabras de parte de Dios: «Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído» (1L), como para enmarcar correctamente lo que conmemoramos hoy.
Acompañamos a Jesús en su intensa Pasión, intentando sentir su dolor, pero como ya sabemos el “final de la película”, no con desesperación, sino con un espíritu esperanzado, porque sabemos que «tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, [por lo que] permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe» (2L), una fe que ya desde los comienzos celebraba que Dios resucitó a un crucificado, por lo que, desde entonces, hay esperanza para los crucificados de la historia: los empobrecidos, los tristes, los desesperados…
Por eso, sin temor a las diferentes muertes que pretenden aprisionar nuestra capacidad de amar hasta el extremo, podemos sentir y cantar: «yo confío en ti, Señor, y te digo: “Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos”» (Sal) y debemos, en consecuencia, por nuestro bien y el de la humanidad, anunciar, especialmente a los que padecen injustamente, que desde aquel acontecimiento la vida es más fuerte que la muerte; la justicia es más fuerte que la injusticia; la esperanza es más real que la resignación.
¿Muestra nuestra vida personal y de comunidad la alegría y el optimismo que da el creer en un Dios no de muertos, sino de vivientes (Mc 12,27); en Jesús vencedor definitivo de nuestro enemigo más temido: la muerte (Rm 6,9) y que nos acompaña permanentemente desde ese momento; y en la fuerza renovadora de su amor derramado en nosotros por el Espíritu Santo (Rm 5,5)?

Señor Jesús, entregado por amor para que la humanidad volviera a tener esperanza, que podamos, al final de nuestro caminar por la tierra decir, como tú, «Todo se ha cumplido», porque intentamos honestamente vivir el Gran Mandamiento. Así sea.

Buscando el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría y su Justicia, como frutos de esta Semana Santa,
Miguel.

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