25 de abril de 2013
San Marcos evangelista
Lecturas:
I Pedro 5, 5-14
/ Salmo 88, 2-3. 6-7. 16-17 Cantaré eternamente tu amor, Señor
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 16, 15-20
Jesús se apareció a los Once y les dijo:
«Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia
a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se
condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que
crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán
tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará
ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.»
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue
llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y
el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la
acompañaban.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Bellamente
nos invita a la confianza el Apóstol: «Humíllense
bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno.
Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes» (1L).
Confiar,
o sea actuar con fe. Tanta como para que los primeros discípulos creyeran que,
porque eran enviados por Jesús, se realizarían signos que nos suenan
fantásticos.
Pero
si hay algo que es un auténtico milagro es que «el Señor los asistía» en la evangelización, de tal manera que
simples pescadores y otros sin mayor instrucción, lograron diseminar el
evangelio por el mundo.
Recientemente
el Papa recordó: “En Japón, sucedió un hecho... Los misioneros católicos fueron
expulsados y las comunidades se quedaron. Durante doscientos años estuvieron
sin sacerdotes. Cuando después de este tiempo pudieron regresar otros
misioneros, encontraron todas las comunidades en su lugar: todos bautizados,
catequizados, casados por la iglesia, y los que estaban muertos, todos
enterrados cristianamente. No había sacerdotes... ¿Quién hizo esto? ¡Los
bautizados!” (Homilía de la Misa en la capilla de la Domus
Sanctae Marthae, 17 de abril de 2013)
Fue
la fuerza del Espíritu, que sopla donde quiere, la que movió a estos hombres y
mujeres, sin tener que depender de los consagrados. Tremendo ejemplo de
confianza en Dios para nosotros.
Señor,
que nos «has dicho: Mi amor se mantendrá
eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo» (Sal), concédenos algo de
la confianza que movía a los primeros discípulos para evangelizar con su poder,
que es el tuyo. Así sea.
Alabando con la
vida al Buen Pastor que regala Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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