24 de abril de 2013
Miércoles de la Cuarta Semana de Pascua
Lecturas:
Hechos 12, 24—13,
5 / Salmo 66, 2-3.5-6.8 ¡Que
todos los pueblos te den gracias, Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 12, 44-50
Jesús exclamó:
«El que cree en mí, en realidad no cree en
mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que
todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis
palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo,
sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras,
ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará
en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado
me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna.
Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¡Qué
inutilizadora es la oscuridad, qué torpes nos vuelve! Acá Jesús asocia la idea
de la iluminación con escuchar sus palabras y cumplirlas, porque provienen de
Dios mismo. En otro momento dijo: «la luz vino al mundo, y los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas» (Jn
3,19).
Las
obras, tal como decíamos ayer, definen a la persona, mucho más que las
palabras, que, sabemos, son fáciles de decir y casi sin consecuencias.
En
los tiempos en que hombres y mujeres que se habían dejado iluminar por Jesús
actuaron consecuentemente, «la Palabra de
Dios se difundía incesantemente» (1L). Contrario sensu, si
su voz y su mensaje parece no ser escuchado hoy, se debe a que faltan
(faltamos) quienes, habiendo sido llamados a ser luz del mundo (Mt
5,14),
aclaremos de tal manera que alumbremos la noche en que viven muchos de nuestros
hermanos.
«El Señor tenga
piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros», de tal manera que,
a su vez, seamos transmisores de su luminosa presencia sanadora y servidora «para que en la tierra se reconozca su
dominio, y su victoria entre las naciones» (Sal). Así sea.
Alabando con la
vida al Buen Pastor que regala Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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