sábado, 20 de abril de 2013

¿Cómo medir mi nivel de fidelidad al Señor?


20 de abril de 2013
Sábado de la Tercera Semana de Pascua

Lecturas:
Hechos 9, 31-42 / Salmo 115, 12-17 ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    6, 60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen.»
En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.»
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús no suaviza su lenguaje, ni morigera sus exigencias. Pedro habla por el grupo, con convicción. Pero no todos estaban tan entusiasmados. De hecho, ya sabía «quién era el que lo iba a entregar»: uno de ellos, de sus íntimos.
También hoy encontramos distintos rangos de fidelidad al Señor, la que se mide en el nivel de compromiso efectivo con el establecimiento del Reino de Dios en la tierra, enfrentando las dificultades que presenta el hecho de que hay poderes y poderosos a los que les sirve más el individualismo consumista y alienante que esa prédica de hermandad universal de Jesús, la que proviene de descubrir que todos somos hijos del mismo Padre, por lo que no puede haber unos que carezcan de lo mínimo al mismo tiempo que otros derrochan lo que bien podría ser el sustento de más de una familia.
La pregunta es, enfrentados a este claro y duro lenguaje, ¿de qué estamos más cerca: del que lo traiciona, los que lo abandonan o los que se quedan con él y sus «palabras de Vida eterna»?

«Jesucristo te devuelve la salud» (1L), quebrantada por el mal del egoísmo. «¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?» (Sal): con un amor semejante al suyo, entregado como pan que alimenta generosamente.

 Buscando reflejar al Resucitado sirviendo y viviendo la fe con Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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