sábado, 13 de abril de 2013

En medio de las tormentas de nuestra vida, siempre podemos recurrir al Señor


13 de abril de 2013
Sábado de la Segunda Semana de Pascua

Lecturas:
Hechos 6, 1-7 / Salmo 32, 1-2. 4-5. 18-19 Señor, que tu amor descienda sobre nosotros

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    6, 16-21
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: «Soy yo, no teman.»
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Encontramos aquí una pequeña historia para reforzar la confianza en la paz que otorga la cercanía del Señor, contrapuesta a los miedos que nos asaltan cuando lo sentimos lejano.
Pero si aquello nos ocurre no es porque él se aleje, sino porque nosotros nos distanciamos de él, como pudo ocurrir en la comunidad primitiva, donde surgió un conflicto: «como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos» (1L).
Si el tema hubiese quedado empantanado en la murmuración (o el “pelambre”, en chileno), se
pondría una barrera a Jesús en la vida comunitaria; pero como, en cambio, buscaron soluciones con estilo evangélico, el Espíritu Santo actuó con generosidad sobreabundante y de este episodio que nos cuenta el Libro de los Hechos, nacieron los Diáconos, servidores del altar y de la comunidad aún hoy.
En medio de las tormentas de nuestra vida, somos invitados a recordar que siempre podemos recurrir a quien nos dice «Soy yo, no teman», confiados en que «él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor» (Sal).

Nos falta tanto para vivir confiados en ti, Señor, y en la acción fecunda de tu Santo Espíritu. Por eso, una vez más te pedimos: auméntanos la fe. Así sea.

Alimentando la fe con Paz, Amor y Alegría, frutos de la Resurrección,
Miguel.

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