PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
21 de abril de 2013
Cuarto Domingo de Pascua
Lecturas:
Hechos 13,
13-14. 43-52 / Salmo 99, 1-3. 5 Somos su pueblo y ovejas de su rebaño / Apocalipsis 7, 9. 14-17
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo:
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y
ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán
jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a
todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo
somos una sola cosa".
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cuando hemos podido
experimentar que «somos su pueblo y
ovejas de su rebaño» (Sal), porque hemos visto en nuestra vida que ha sido verdad
lo que Jesús promete: «Yo les doy Vida
eterna» (Ev) –entendiendo el término en tiempo presente, es decir,
nos da vida plena o en abundancia ahora-, es muy natural que nos brote «llenos de alegría y del Espíritu Santo»
(1L) una forma de vivir y actuar resucitada, o nueva, frente
y dentro de una sociedad que intenta ser dominada por la idolatría del consumo,
y, de esa manera, iluminar y dar buen sabor a nuestro mundo, como espera el
Señor que sea la respuesta a sus dones (cf Mt 5,13-16).
El
Cuarto Domingo de Pascua somos invitados a mirar al Resucitado como nuestro
Buen Pastor, el que «da su vida por las ovejas» (Jn 10,11).
Me
parece necesario destacar que, tal como resalté en el encabezado, cuando Jesús
dice “doy Vida eterna”, lo dice en presente, lo que nos sirve para refutar una
especie de espiritualismo despegado de la vida cotidiana, pensando que esa vida
viene sólo después de la muerte; de la misma manera, es importante señalar que
Jesús “da su vida”, hoy, por lo que no es un hecho que se quedó en la historia,
de manera que, si lo mal entendemos así, tampoco tendría implicancias en la
actualidad.
Porque
si nuestra fe está puesta en quien venció a la muerte definitivamente (Hch
2,24; cf Rm 6,10)
y se mantiene vivo para siempre (Ap 1,18), podemos confiar en
que permanece con nosotros, a nuestro lado, para siempre (cf
Mt 28,20).
Y «¿qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros?» (Rm 8,31). Si de verdad creemos esto, podremos vencer
cualquier temor natural para confrontar las dificultades que se oponen al
proyecto del Reino, poniendo lo mejor de nuestro esfuerzo (en palabras y obras)
para que se pueda hacer la voluntad del Señor, o, como él dice: escuchar la voz
del Pastor y seguirla.
A
propósito de esta idea, dijo recientemente el Papa: “cuando una persona conoce
verdaderamente a Jesucristo y cree en Él, experimenta su presencia y la fuerza
de la Resurrección en la vida, y no puede dejar de comunicar esta experiencia.
Y si esta persona encuentra incomprensiones o adversidades, se comporta como
Jesús en su Pasión: responde con el amor y la fuerza de la verdad” (Regina
Coeli, 14 de abril de 2013).
Tengamos
presente, junto a lo anterior, que casi todos somos pastores de otros, porque tenemos
personas a nuestro cargo, cuando somos padres, jefes o supervisores, presidentes
de alguna organización, coordinadores, animadores pastorales, o catequistas…
En
cualquier caso, nuestra misión como pequeños pastores de nuestro pequeño rebaño
es también asumir nuestras responsabilidades al respecto con el estilo de Jesús,
quien está a la cabeza porque antes se puso a los pies, ya que lo justo en el
Reino es que el encargado es quien está al servicio de los demás y para el
bienestar de los demás. Esa es una de las formas en que Jesús sigue dando su
vida hoy.
Podríamos decir, entonces, que nos conviene ser parte del rebaño de este Buen Pastor que sirve y no se sirve de sus ovejas.
Podríamos decir, entonces, que nos conviene ser parte del rebaño de este Buen Pastor que sirve y no se sirve de sus ovejas.
Queremos
ser considerados entre tus ovejas, Señor que bien nos conoces, y que esperas de
nosotros seguimiento fiel en el camino del servicio por amor y con amor, tal
como lo hiciste tú primero. Así sea.
Alabando con la
vida al Buen Pastor que regala Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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