15 de abril de 2013
Lunes de la Tercera Semana de Pascua
Lecturas:
Hechos 6, 8-15
/ Salmo 118, 23-24. 26-27.
29-30 Felices los que siguen la ley del
Señor
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 22-29
Después de que Jesús alimentó a unos cinco
mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día
siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no
había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que
ellos habían partido solos.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades
atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor
pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y
sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en
busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro,
¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes
me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la
Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el
Padre, marcó con su sello.»
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer
para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que
ustedes crean en aquel que él ha enviado.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Quién
no querría seguir a Jesús por donde quiera que vaya, después de haber
presenciado y gozado la multiplicación de los panes?.
No
hay en el reproche de Jesús una condena, sino una constatación un tanto
dolorida por nuestra naturaleza tan aferrada a lo material. La misma que nos
mueve a tomar decisiones que afean la bella alma que su Padre puso en nosotros,
haciéndonos egoístas, cobardes, avaros y tanto mal que brota de nosotros cuando
ponemos en primer lugar exclusivo nuestro propio bien, sin una mirada a los que
nos rodean; cuando nos domina el materialismo. Eso es lo que vino a sanar.
Al
diácono Esteban, por ejemplo, le sucedió que «como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu
que se manifestaba en su palabra, sobornaron a unos hombres para que dijeran
que le habían oído blasfemar contra Moisés y contra Dios». Unos compraron y
otros vendieron su conciencia, porque el dinero corrompe, empujando a pasar
sobre la dignidad humana.
Este
periodo pascual nos permite recordar (del latín: traer al corazón) el
potentísimo ejemplo de
Jesús, quien se deja matar por amor a los demás, todo lo
opuesto a lo anteriormente reseñado, y, por esa disposición, es resucitado por
Dios: no muere para siempre.
Todo
aquel que intenta vencer la adoración al dios dinero, muriendo día a día a sus
egoísmos y gasta de la propia vida por amor, como hace la madre que no ahorra
sacrificio de tiempo, salud o bienestar por su hijo/a; ese/a puede decir: «Elegí el camino de la verdad, puse tus
decretos delante de mí» (Sal) y puede confiar en que «si nos hemos
identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos
identificaremos con él en la resurrección» (Rm 6,5). Esa es nuestra
esperanza.
En
ti, Señor, en tu ejemplo luminoso, hemos puesto nuestra fe. Pero muchas veces,
debemos reconocerlo, nos gana el consumismo materialista, que nos ciega a las
necesidades más apremiantes que las propias de nuestros hermanos. Por eso, te
pedimos: auméntanos la fe. Así sea.
Buscando
reflejar al Resucitado sirviendo y viviendo la fe con Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario