15 de mayo de 2013
Miércoles de la Séptima Semana de Pascua
Lecturas:
Hechos 20,
28-38 / Salmo 67, 29-30. 33-36 ¡Cantad
al Señor, reinos de la tierra!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17, 11-19
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró
diciendo:
«Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos
que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos,
cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno
de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en
el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los
odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido
que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es
verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por
ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ser
cristiano es ser misionero; no misionar es no vivir el cristianismo. Así de
claro. Por eso, dice Jesús a su Padre: «Así
como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo»; él es el
misionero del Padre y nosotros los misioneros suyos.
Como
siempre, para entender correctamente esto, no se debemos quedarnos en la
exigencia, porque puede llevarnos al absurdo de sentirnos obligados/as a irnos
a algún remoto país. Eso es llevar el evangelio, por cierto, y hay personas a
las que Dios ha llamado para eso. Pero no todos tienen exactamente el mismo
tipo de misión.
En
cambio, como todo lo referente al Maestro, el envío debe comprenderse desde el
amor de él por nosotros. Entonces, porque «la
felicidad está más en dar que en recibir» (1L), para que nuestro gozo
sea perfecto, sería bueno que nos preguntásemos ¿quién necesita conocer la
palabra y la misericordia de Dios manifestada en su Hijo?. Siempre la respuesta
está mucho más cerca de lo que pensamos. Y a esa persona o grupo de personas
sintámonos llamados a misionar, con la palabra, con la oración y con la acción.
Cuando
aceptamos su invitación al respecto, hacemos nuestro aporte para que se cumpla
que «El hace oír su voz poderosa» (Sal) por todos los
rincones donde se necesita y vivimos como si fuésemos discípulos suyos, es
decir, cristianos.
Que
aprovechemos bien la fuerza de lo alto con que nos has revestido, Señor, para
darnos cuenta donde se necesita que llevemos tu mensaje de paz, amor y alegría,
para que el gozo de toda la humanidad sea perfecto. Así sea.
Revestidos con
la fuerza que viene de lo alto para convertirnos al Reino de la Paz, el Amor y la
Alegría,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario