PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
12 de mayo de 2013
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Lecturas:
Hechos 1, 1-11
/ Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos:
«Así está escrito: el Mesías debía sufrir y
resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su
Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de
los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi
Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con
la fuerza que viene de lo alto.»
Después Jesús los llevó hasta las
proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los
bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado
delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían
continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Porque Jesús se
entregó hasta el extremo por amor, Dios lo exaltó «y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de
todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que
pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro» (2L). Pero
eso implicará para sus discípulos una tarea por hacer: que «en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para
el perdón de los pecados»
(Ev), por lo que no debemos quedarnos
mirando al cielo, sabiendo que «Este
Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera
que lo han visto partir»
(1L) y regresará, como «soberano de toda la tierra» (Sal), una
vez que haya concluido el tiempo de poner en acción lo que creemos, para juzgar
cómo llevamos a cabo nuestra misión.
¿Qué
hubiese sido del Evangelio sin tantos que entregaron su vida para proclamarlo?
Lucas
dice que Jesús, después de resucitar, dedicó el tiempo que media entre ese
momento y el que celebramos hoy para concluir sus enseñanzas acerca «del Reino de Dios» (cf.
1L),
tema que era su pasión, su principal motivación, y, sin dudas el objeto
fundamental de sus parábolas.
El
Reino podemos entenderlo como la manifestación de la misericordia divina en
nuestra tierra y la respuesta de la humanidad a ésta: «la conversión para el perdón de los pecados».
¿Y
qué significará convertirse? Recurriendo al gran profeta de la conversión en el
Nuevo Testamento, Juan Bautista, podríamos decir que es preparar los caminos al
Señor. Cuando le preguntan cómo, responde con ejemplos de acciones muy
concretas: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga
qué comer, haga otro tanto»; si los que preguntan son comerciantes, les dice: «No
exijan más de lo estipulado»; y a los soldados: «No extorsionen a nadie, no
hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo» (Lc
3,11-14).
Es decir, convertirse es hacer cambios en la forma de comportarnos con los
demás.
El
Reino, entonces, lo construimos quienes hemos sido «revestidos con la fuerza que viene de lo alto», de manera de hacer
llegar a la humanidad la Buena Noticia, o Evangelio, de que Dios es Padre de
todos, por lo tanto todos somos hermanos, y, si es así, no debe haber
injusticias, hambre ni dolor provocado por miembros de la misma familia ni debe
ser posible que esos sufrimientos nos sean indiferentes. Cuando vivimos como si
creyésemos todo esto, se hace su voluntad y viene a nosotros su Reino.
Padre
de todos nosotros, para que tu Reino de justicia venga a nosotros, concédenos
lo que aún nos falta de valor y coherencia con tu mensaje, para hacerlo
realidad en medio nuestro. Así sea.
Revestidos con
la fuerza que viene de lo alto para convertirnos al Reino de la Paz, el Amor y la
Alegría,
Miguel.
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