30 de diciembre de 2013
Sexto Día de la Octava de Navidad
Lecturas:
I Juan 2, 12-17 / Salmo 95, 7-10 ¡Alégrese el cielo y exulte la tierra!
EVANGELIO
Cuando llegó el día fijado por la Ley de
Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al
Señor.
Estaba también allí una profetisa llamada
Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que,
casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces
había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del
Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese
mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos
los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la
Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba
creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con
él.
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Cómo
saber si se está cumpliendo la voluntad de Dios?
La
pregunta es importante si creemos que al hacerlo podemos permanecer para
siempre, como dice la carta de Juan (cf 1L).
Es
necesario hacer un trabajo constante para lograr ir afinando la percepción y
poder ir descubriendo cada vez mejor cuál es ésta en cada situación de nuestra
existencia.
El
evangelio de hoy nos muestra un modelo: Ana, hija de Fanuel, quien «no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios
noche y día con ayunos y oraciones».
Claro,
puede decir uno, ella era viuda y al parecer sola.
Pero,
recordando que la tradición que proviene del Evangelio asocia templo con el
cuerpo –es decir con el ser humano mismo-, cada cual puede no apartarse de las
necesidades del templo humano que es el/la hermano/a, teniendo presente que así
sirve a Dios (cf Mt 25,40) y hace realidad el ayuno que Él ama (Is
58,6-7),
llevando, además, una vida de oración que permita entender todo esto, que es lo
que nos ha enseñado a través de la historia.
Que
podamos captar las señales que constantemente nos envías, las que permiten
iluminar el camino que nos lleva a permanecer en tu amor, Señor. Así sea.
Buscando vivir
con Paz, Amor y Alegría en la gran familia humana,
Miguel.
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