17 de enero de 2014
Viernes de la Primera Semana Durante el Año
Lecturas:
I Samuel 8, 4-7
/ Salmo 88, 16-19 ¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte, Señor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
2, 1-12
Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y
se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar
ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico,
llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de
la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo
un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al
paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí
pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está
blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban
así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y
camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el
poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa".
El se
levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó
asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada
igual".
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cuando
se trata de hacer algo por los demás, habitualmente sale a relucir el problema
del tiempo. Nunca nadie tiene suficiente en esas situaciones.
No
alcanza para ver y atender a nuestros padres y abuelos cargados de años y de
achaques relacionados con la edad; ni es suficiente para dedicar a alguna
actividad gratuita que sirva a otros; o para cualquier cosa que pretenda
hacernos salir de nuestra comodidad y hacernos ver y tocar el dolor de otro/a…
El
problema no es el tiempo. El problema es que no nos parece realmente importante.
Es claro que si nos citaran en la madrugada a un lugar de difícil acceso, pero
tuviésemos la certeza de ser bien recompensados monetariamente, no habría
excusa que valiera y sacrificaríamos nuestro precioso tiempo para acudir.
Los
cuatro hombres del evangelio no se dejaron frenar por los límites físicos y se
las arreglaron para hacer que su amigo pudiese ser atendido por el Sanador.
Creían que era posible y les parecía tan importante que dejaron de lado su
egoísmo y cualquier buen pretexto que sería fácil encontrar, y enfrentaron y
solucionaron las dificultades que se les presentaron. Eso –tanto como el
milagro- es como para exclamar: «Nunca hemos visto
nada igual»
Que
podamos aquilatar en su justa medida el valor de nuestras actividades y el de
realizar actividades que nos permiten resaltar lo más humano de nosotros,
Señor. Que con tu guía y tu ayuda, así sea.
Creciendo en la
justicia, como hijos del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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