16 de enero de 2014
Jueves de la Primera Semana Durante el Año
Lecturas:
I Samuel 4, 1-11
/ Salmo 43, 10-11. 14-15.
24-25 ¡Líbranos, Señor, por tu
misericordia!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
1, 40-45
Se
acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo:
«Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» En seguida la lepra desapareció y
quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie,
pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que
ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Sin embargo, apenas se fue, empezó a
proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya
no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera,
en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Como
muchos otros episodios de la vida de Jesús, este puede ser tergiversado si se
pretende aplicarlo textualmente a la vida de hoy.
La
lepra es una enfermedad concreta, pero casi extinguida en el presente.
Entonces,
con una lectura fundamentalista, este evangelio no nos diría nada, ya que
normalmente nunca encontraremos un leproso de quien compadecernos.
Pero
si creemos en ese bello misterio que es el que «la Palabra de Dios es viva y
eficaz» (Hb 4,12), sería necesario hacerle los ajustes
correspondientes para que mantenga su sentido actual.

Y
la actitud de los cristianos con cada grupo de seres mencionados –y otros más
que vayan siendo excluidos- debiese ser siempre, conmoverse por su sufrimiento,
tenderle la mano y tocar su dolor, haciéndolo propio, para sanarlo con la
solidaridad.
Concédenos
contagiarnos de tu mirar compasivo y tu actuar fraterno, Señor, para poder
ayudar a aliviar las lepras de hoy de siempre. Así sea.
Creciendo en la
justicia, como hijos del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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