jueves, 23 de enero de 2014

Una comprensión del concepto “pescadores de hombres”

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de enero de 2014
Tercer Domingo Durante el Año – Ciclo A

Lecturas:
Isaías 8, 23—9, 3 / Salmo 26, 1. 4. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / I Corintios 1, 10-14. 16-17

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   4, 12-23
    Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
        «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
        camino del mar, país de la Transjordania,
        Galilea de las naciones!
        El pueblo que se hallaba en tinieblas
        vio una gran luz;
        sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
        se levantó una luz».
    A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
    Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
    Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
    Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
    Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
    Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Jesús, sabiamente, se retira al «otro lado del Jordán, el distrito de los paganos» (1L), al conocer lo que le sucede a Juan, porque se da cuenta que es tiempo de replegarse para hacer una «espera en el Señor» y hacerse fuerte (Sal). Eso lo conseguirá creando comunidad con los pescadores, quienes no están contaminados con la forma de vivir la religión de las grandes autoridades de la capital. Ellos tienen la disposición humilde de dejarlo todo por seguir su caminar en pos del «Reino de los Cielos [que] está cerca» (Ev). El Maestro sigue llamado hoy a «anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana» (2L), sino haciendo carne sus enseñanzas en la vida cotidiana.
Hay frases y palabras que de tanto repetirlas como que “se gastan” y les perdemos o ya no captamos su sentido: desde las más insignificantes hasta el abuso que se hace del bello vocablo “amor”, por ejemplo.
Algo de eso ha sucedido con la invitación que hace Jesús a los discípulos de Juan, que era pescadores galileos, a quienes metafóricamente llama a ser «pescadores de hombres», en el camino detrás de sus enseñanzas.
Esa imagen poética, basada en el oficio que desempeñaban, hizo que quienes entienden la religión como un convencer a toda costa y un adoctrinar en una serie de normas que nacen de la forma que se ha practicado culturalmente ésta por largo tiempo, se sintieran invitados a “pescar” personas en el mar tormentoso del mundo para “rescatarlos” (alejarlos) de sus vivencias diarias.
Además de ser una comprensión abusiva de una imagen más bien acotada a un grupo de personas específico, con ella se pierde de vista la enseñanza permanente del Nazareno: «no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8). Es decir, en palabras del único que tiene autoridad sobre los contenidos de nuestra fe, no hay un grupo de “pescadores” y otro de “pescados”, sino todos somos hermanos, ya que somos hijos del mismo Padre.
¿Cómo se podría “traducir”, entonces, estas palabras de Jesús?
Tal vez, aplicándole el principio de que, en virtud del cariño expresado en atenciones a los hermanos, no se debe considerar estos roles como exclusivos de un grupo por sobre otro. O sea, ya que somos todos iguales a los ojos de Dios, cada uno en su servicio, puede, en un momento trabajar en la “pesca” de otros, cuando los veamos inmersos «en las oscuras regiones de la muerte» y, perfectamente, en otro momento, cuando seamos nosotros quienes necesitemos la luz de otros/as, intercambiar los papeles y ser “pescado” por los anteriores.
Esa podría ser otra conversión de mentalidad que ayudaría a acercar más el Reino de Dios a nuestro pueblo, nuestro tiempo y nuestra sociedad.

Que tengamos la disposición abierta y sencilla de los pescadores galileos, Señor, de tal manera que acojamos como ellos los constantes llamados que nos haces a la conversión personal y a colaborar en la de nuestros hermanos, como aporte al Reino. Así sea.

Buscando anunciar con la vida convertida que el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría está cada vez más cerca,

Miguel.

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