viernes, 28 de marzo de 2014

Desplazando a Dios de su centro

29 de marzo de 2014
Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Oseas 6, 1-6 / Salmo 50, 3-4. 18-21 El Señor quiere amor y no sacrificios

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   18, 9-14
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas."
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!"
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Dos mil años después esta parábola sigue vigente: todavía hay los que se paran soberbios ante Dios, como exigiendo lo que “se merecen”; y, por otro lado, quienes ni siquiera se atreven a levantar la vista, por sentirse demasiado indignos.
“En muchas personas religiosas es frecuente la tentación de poner al centro de la vida espiritual al ego, revestido de falsa humildad y piedad: ‘¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás’. Vemos o valoramos a los otros según como nos vemos a nosotros mismos. Si nos sentimos superiores o mejores, siempre los veremos con desprecio. Cuando nos ponemos a nosotros mismos, o nuestras obras, como referentes para los otros, estamos desplazando a Dios de su centro y nosotros ocupando su lugar. Jesús elogia la ‘conciencia de sí’ del publicano que decía: ‘¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador’. Esa conciencia le valió bajar justificado a su casa, el otro, en cambio, no. La salvación es gracia, no podemos fiarnos de nuestros méritos. A Dios no se le puede extorsionar”.
(Servicio Bíblico Latinoamericano)
Bueno, ya sabemos de qué lado se pone Jesús en estos casos.

Ten piedad de estos pobres pecadores, Señor y ensánchanos el corazón para aprender a ser misericordiosos a nuestra vez. Así sea.

Aprendiendo a adorar en espíritu y en verdad al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.


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