viernes, 14 de marzo de 2014

En el caminar del Reino, se debe cuidar las relaciones con los demás

14 de marzo de 2014
Viernes de la Primera Semana de Cuaresma

Lecturas:
Ezequiel 18, 21-28 / Salmo 129, 1-8 Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   5, 20-26
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
En el caminar del Reino, se debe cuidar las relaciones con los demás.
Por eso, quien se tome en serio seguir a Jesús, tiene la vara muy alta: es llamado, por cierto, a hacer lo posible para no afectar a los demás, pero además para sanar las heridas que podamos haberles causado.
Y la imagen es potente: «si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda». Es decir, un auténtico culto al Dios Padre de todos, no sirve de nada si se lo realiza sin comunión con los hermanos.
Fuerte y claro.
Si los cristianos nos tomásemos en serio esto, ¡qué distintas serían las relaciones entre nosotros! Y ¡cómo cambiaría el rostro de nuestras celebraciones litúrgicas!

 Ayúdanos, Señor, a vencer los obstáculos que se interponen entre nuestro amor y nuestros hermanos. Así sea.

Queriendo ser dóciles a la guía del Espíritu de la Paz, el Amor y la Alegría ante las dificultades de la vida,
Miguel.


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