jueves, 13 de marzo de 2014

Transfigurados para iluminar a los hermanos

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
16 de marzo de 2014
Segundo Domingo de Cuaresma

Lecturas:
Génesis 12, 1-4 / Salmo 32, 4-5. 18-20. 22 Señor, que descienda tu amor  sobre nosotros / Timoteo 1, 8-10

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   17, 1-9
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Después de siglos de caminar lejos de la voluntad de Dios, conociendo que nuestra alma clamaba diciendo: «que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti» (Sal), «Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa» (2L). Y el primero en ser llamado en esta historia fue Abraham, a quien le prometió: «Yo haré de ti una gran nación» (1L): que es el Pueblo de Dios a través de los siglos, el que llegará a ser encabezado por Aquel al que identificó como su «Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección» (Ev) y a quien hay que escuchar con el corazón.
Conozco a un catequista que es un tremendo ser humano: generoso, solidario, afectuoso, preocupado de las necesidades de los demás.
En una ocasión, a propósito de este relato del evangelio, contaba su experiencia con amigos que lo conocían desde la infancia y con quienes el compartir había sido generalmente desmedido, especialmente con el alcohol.
Pues bien, comentaba que ellos lo veían distinto y él mismo se percibía así en ese momento, al haber cambiado la orientación de su vida, ocupado más de servir a los demás, por amor a Dios, que de gastar la vida de manera tan vacía como lo hacía antes de eso. Su conclusión era que él se sentía “transfigurado”.
Y tenía absolutamente la razón.
Los hijos muy queridos de Dios, son aquellos que permiten que la luz misericordiosa que el Padre ha puesto en ellos se transmita hacia los demás, iluminando así, a su vez, con actos de piedad y acogida la vida de sus hermanos, de manera que ya no tengan miedo: a la soledad, al cansancio, a la discriminación y a todo el mal que personas dañadas pueden hacerles a otros.

Que no nos ocurra como a Pedro, Señor, acomodándonos fácilmente, pretendiendo retenerlos, a los momentos bonitos que nos toque vivir, sino que salgamos a compartir lo que estos han producido en nuestro corazón. Así sea.

Transfigurándonos, mediante la conversión, hacia el camino de la Paz, el Amor y la Alegría  del Reino,

Miguel.

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