26 de marzo de 2014
Miércoles de la Tercera Semana de Cuaresma
Lecturas:
Deuteronomio 4, 1.
5-9 / Salmo 147, 12-13. 15-16. 19-20 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
5,
17-19
Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los
Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no
desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y
la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos
mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor
en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será
considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
La
Ley y los Profetas era una forma de llamar a la Biblia en tiempos de Jesús,
resumiendo su contenido por los mandamientos y leyes que se encuentran
principalmente en los cinco primeros libros, a los que ellos llamaban la Torá
y, como segunda agrupación, las enseñanzas y signos de los Profetas.
Entonces,
debido a que el Maestro daba la impresión de estar modificando lo que ellos
entendían como el único mensaje del Dios Único, ya que les daba enseñanzas nuevas
acerca de éste (cf Mc 1,22), fue necesario aclararles que «no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento».
Es
que, como testigo fiel del Padre que es (cf Ap 1,5), no sólo no cambia,
sino que en él se cumplen las Escrituras (Lc 4, 17-21), porque, de hecho,
él es la palabra definitiva de Dios (cf Hb1,1).
Posteriormente
el Resucitado hará el ejercicio con un par de discípulos: «comenzando por Moisés [es decir, la Torá] y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las
Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24,27).
Dice
Dios, por intermedio de un profeta: «Así como la lluvia y la nieve descienden
del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado
y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así
sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino
que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé» (Is
55,10-11).
La
Palabra de Dios no se supera (cf Mt 24,35), sólo se realiza. Y
eso es bueno para nosotros, porque si Él es Amor (1 Jn 4,8) el cumplimiento de
su voluntad sólo puede ser una buena noticia para sus hijos amados: nosotros.
Por
tu palabra de bien para toda la humanidad, la que se cumple por medio de
quienes son tus testigos fieles, partiendo por el mismo Jesús, gracias, Señor.
Aprendiendo a
adorar en espíritu y en verdad al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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