PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
30 de marzo de 2014
Cuarto Domingo de Cuaresma
Lecturas:
I Samuel 16, 1.
5-7. 10-13 / Salmo 22, 1-6 El
Señor es mi pastor, nada me puede faltar / Efesios 5, 8-14
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
9, 1.
6-9. 13-17. 34-38
Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de
nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los
ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa
«Enviado.»
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya
veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban:
«¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?»
Unos opinaban: «Es el mismo.» «No, respondían
otros, es uno que se le parece.»
El decía: «Soy realmente yo.»
El que había sido ciego fue llevado ante los
fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos,
a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver.
El les respondió: «Me puso barro sobre los
ojos, me lavé y veo.»
Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene
de Dios, porque no observa el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede
hacer semejantes signos?» Y se produjo una división entre ellos. Entonces
dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» El
hombre respondió: «Es un profeta.»
Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de
pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al
encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?»
El respondió: «¿Quién es, Señor, para que
crea en él?»
Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te
está hablando.»
Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se
postró ante él.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Para los de su
tiempo, ser enfermo era ser pecador, por lo tanto se lo marginaba. Sin embargo,
como «el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón» (1L), Jesús, no
mira pecado, sino a la persona y, sin que se lo pidan siquiera, sana a quien lo
necesita (Ev) para devolverle su dignidad: «Antes, ustedes eran tinieblas, pero
ahora son luz en el Señor» (2L). Nosotros, enfermos de tantas cosas y sanados
tantas veces como lo permitimos, podemos cantar confiados, entonces: «Tu bondad
y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida» (Sal).
Hace
bastantes años que tengo el descaro de enviar y publicar lo que hacen resonar
en mi corazón las lecturas bíblicas.
Ha
habido muchas ocasiones en que me he cuestionado –o, mejor dicho-, la Palabra
misma me ha cuestionado- acerca de cómo vivo y lo que realizo, y en esa
situación, al tomar conciencia de mis debilidades y miserias, he pensado más de
una vez en dejar de hacerlo.
Pero
dos motivos me han impulsado a seguir.
El
primero es que en algunas ocasiones alguna de las personas que los recibe me
comenta que uno o varios de estos mensajes le ha llegado en el momento preciso
y le ha servido mucho. Gracias a Dios por eso.
El segundo, es que yo, como el personaje del
evangelio, he sido curado de mis cegueras, porque “teniendo ojos para ver, no
he visto”: la acción misteriosa y maravillosa de Dios en el mundo y, menos aún,
al mismo Señor en nuestros hermanos, especialmente los más necesitados. Y, como
él, no soy nadie para anunciar a Jesús, pero sí puedo responder quién ha hecho milagros
en mi vida: ha sido el Señor. Y una de las formas de realizarlo son estas
meditaciones.
Eso
no significa, de ninguna manera, que hoy soy un santo o perfecto. Sólo soy
alguien en proceso, que he tenido y volveré a tener actitudes de falta de
visión, desde la perspectiva del Reino de Dios, pero que fui y seguiré siendo
encontrado por Jesús. Y eso me otorga paz, lo que me impulsa a vivir con amor y
gracias a eso encuentro la alegría.
Y
todo eso quiero compartirlo contigo.
Señor,
nuestro buen pastor, que cuidas nuestra vida y nos liberas por amor, haz que
nuestra gratitud se transforme en acción a favor de todos los que necesitan
salir de sus limitaciones y dolencias. Así sea.
Abriendo los
ojos y ayudando a ver mejor la obra del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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