sábado, 5 de abril de 2014

Jesús habla de cosas concretas

5 de abril de 2014
Sábado de la Cuarta Semana de Cuaresma

Lecturas:
Jeremías 11, 18-20 / Salmo 7, 2-3. 9-12 ¡Señor, Dios mío, en ti me refugio!

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   7, 40-53
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta.» Otros decían: «Este es el Mesías.» Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?» Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?»
Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre.»
Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita.»
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: «¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?»
Le respondieron: «¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta.»
Y cada uno regresó a su casa.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Al contrario de lo que aparentemente se cree, Jesús no tenía una retórica “celestial”: no hablaba con los ojos en blanco y con abstracciones.
De esos hay muchos. De él se decía: «Nadie habló jamás como este hombre.»
Jesús, una persona del pueblo, provinciano, trabajador manual, hablaba desde lo más concreto, por eso, sus palabras eran comprensibles para los campesinos que labraban la tierra; para los pastores que cuidaban los rebaños; para los artesanos como él; para los pescadores con quienes compartió bastante; para las mujeres ocupadas en los quehaceres del hogar; para la gente común que tenía que pagar impuestos a Roma y al Templo; para los pequeños de la sociedad, sin estudios ni valoración de ninguna clase; para los niños menospreciados; para los enfermos depreciados por haber sido “castigados por Dios”; para los pecadores rechazados por los que se consideraban “buenos”…
Aún hoy, el Maestro camina sencillamente por nuestras calles y, en el cansado, en el triste y el desamparado de carne y hueso se detiene frente a nuestra casa y dice: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Ap 3, 20).
Ningún hombre, ni ningún Dios ha hablado así de concreto. Y nadie más ni mejor se ha hecho tan cercano a nuestra vida y necesidades más cotidianas.

En ti, en tu cercanía misericordiosa, Señor, nos refugiamos de lo duro de la vida, para después fortalecidos por tu compañía, buscar hacernos cercanos a los sentimientos y los trabajos de nuestros hermanos. Gracias, Señor.

Abriendo los ojos y ayudando a ver mejor la obra del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.


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