miércoles, 2 de abril de 2014

No desaprovechemos el gran regalo de la cercanía de Dios

2 de abril de 2014
Miércoles de la Cuarta Semana de Cuaresma

Lecturas:
Isaías 49, 8-15 / Salmo 144, 8-9. 13-14. 17-18 El Señor es bondadoso y compasivo

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   5, 17-30
Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo.» Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:
«Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.
Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.
Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
En estos tiempos en que algunos, con lo que me parece un exceso de liviandad, llaman “Jecho” a Jesús o “el de arriba” a Dios, y en los que, además, suena inteligente ser agnóstico o distante de la religión, no alcanzamos a dimensionar el concepto tan grande y sagrado que tenían acerca del Creador Todopoderoso y Eterno los contemporáneos del Maestro.
A tanto llegaba la reverencia que ni siquiera se permitían nombrarlo.
Por eso, el aporte de Jesús al invitar a llamarlo y sentirlo como Padre era –y es- absolutamente revolucionario, y provocaba la ira de las autoridades religiosas, porque les parecía un sacrílego, ya «que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre».
No desaprovechemos, entonces, el gran regalo de la cercanía de Dios y hablémosle con confianza.
Y, por otro lado, ayudemos a todos quienes, por distintos motivos, han crecido con una concepción semejante a la de aquella época, para que puedan liberarse de esa imagen opresiva, que capten esta preciosa novedad, y que, como resultado, sean felices en su amor misericordioso.

Porque eres un Padre siempre bueno, gracias, Señor.

Abriendo los ojos y ayudando a ver mejor la obra del Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.


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