7 de abril de 2014
Lunes de la Quinta Semana de Cuaresma
Lecturas:
Daniel 13, 41-62 / Salmo 22, 1-6 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
8, 1-11
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer
volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a
enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una
mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y
tú, ¿qué dices?»
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de
poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el
dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El
que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.»
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo
en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron,
uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía
allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?
¿Alguien te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie, Señor.»
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete,
no peques más en adelante.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Es
demasiado fácil condenar. De hecho, había muchos con piedras en las manos.
Es
extremadamente difícil reconocerse imperfectos y, por lo tanto, solidarios con
las imperfecciones de los demás.
El
Maestro pone frente a un espejo a los acusadores dando como resultado que «todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más
ancianos».
Pero
ni quien estaba libre de pecados la apedreó: «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús».
Que
estemos más atentos a la misericordia que al cumplimiento de las reglas, Señor.
Tal como esperas de nosotros, de manera que nuestra vida y la de quienes nos
rodean sean más bellas. Así sea.
Con Paz, Amor y
Alegría en el corazón, confiando en la Resurrección y la Vida que promete el
Señor,
Miguel.
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