PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
13 de abril de 2014
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Lecturas:
Isaías 50, 4-7 / Salmo 21, 8-9. 17-20.
23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? / Filipenses 2, 6-11 / Pasión de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo 27, 1-2. 11-54
EVANGELIO (de la Procesión de Ramos)
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a
Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles:
«Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada,
junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.
Y si alguien les dice algo, respondan:
"El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
Esto sucedió para que se cumpliera lo
anunciado por el Profeta:
«Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús
les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos
y Jesús se montó.
Entonces la mayor parte de la gente comenzó a
extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo
cubrían con ellas.
La multitud que iba delante de Jesús y la que
lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?".
Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
«Jesús,
el profeta de Nazaret en Galilea» (1Ev), consciente
de que «el mismo Señor me ha dado una
lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra
de aliento» (1L), dedicando de esa manera su vida a cumplir la Palabra: «Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos» (Sal), hasta
el punto de sufrir la persecución de los poderosos de su tiempo, de manera tal
que, pese a «que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios […] Y presentándose con aspecto humano, se
humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (2L), de
una manera tan impresionante que desde entonces hace brotar la exclamación: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»
(2Ev).
En
un par de semanas (domingo 27 de abril) se llevará a cabo la ceremonia de
canonización de Juan Pablo II junto con su antecesor Juan XXIII.
Ese
día probablemente el Vaticano desbordará con millones de visitantes y habrá
muchísimos más siguiendo los sucesos por los medios de masas, reiterándose el
fenómeno que se producía cuando el primero ejercía su ministerio.
Sin
embargo, siempre he tenido la sensación que había algo anómalo en esa reacción
de las multitudes con respecto al papa polaco, ya que, como casi todo el mundo
sabe, su imagen provocaba cariño, pero su mensaje de fuerte contenido moral
conservador era seguido tal vez, siendo generoso, por un tercio de quienes le manifestaban
tanta admiración.
Los
sociólogos podrán explicar mejor esta dicotomía. Pero, en mi humilde opinión,
creo que existe una búsqueda mística universal que anhela ser llenada y en eso
el cristianismo católico tiene un espacio ganado en el inconsciente colectivo
de la humanidad, por lo que su líder está en el primer lugar para atraer las
miradas. Por eso, y por sus gestos llamativos en estos tiempos en que reinan
las imágenes, tanto él como lo hace Francisco hoy, atrajeron los focos de
atención.
Sin
embargo, a la vez, nuestros tiempos están muy colmados de “ofertas” que buscan
obtener un espacio en el “mercado” de la espiritualidad, por lo que muchos optan
con absoluta libertad (y a veces poca coherencia) por tozos de una y otras,
aunque sean completamente contradictorias entre sí.
Eso
es en la gente, en general. Sin embargo, sucede algo semejante, también, con
muchos que se denominan “católicos a mi manera”, los que se caracterizan por
realizar sólo lo que les convence de esa doctrina, (habitualmente lo menos
comprometedor): pueden ir a Misa semanalmente, pero no tienen ningún interés
por comunicarse (ni menos hacer comunidad) con las otras personas que se
encuentran ahí; o pueden hacer oración para plantearle su “pliego de
peticiones” a Dios, pero no buscan conocer su voluntad (ni menos aportar para
que ésta se realice) “en la tierra como en el cielo”; o pueden llenarse de
imágenes de santos o vírgenes o de distintos artículos religiosos para
utilizarlos como una especie de amuletos, pero no se interesan por conocer al
Señor mismo vivo y presente ni, menos, su mensaje para la vida de cada día.
Todo
esto me venía a la mente al posicionarme en la escena de la entrada de Jesús a
Jerusalén. ¿Quién podría imaginar, después de esta bienvenida gloriosa, que los
acontecimientos terminarían desembocando en los trágicos eventos de la Pasión?
¿Cuántos de los que gritaban: «¡Hosana al Hijo de David!» unos días
después se sumarían a los que vociferaban “¡Crucíficalo!”?.
Somos esencialmente contradictorios: una cosa
pensamos y otra hacemos. Al parecer nos gana el cálculo de corto plazo, donde
prima la conveniencia y la comodidad personal sumadas al temor extremo a
comprometernos, todo esto acentuado por el tipo de sociedad individualista en
que vivimos.
Que
también nosotros podamos ser considerados entre los benditos por ir por la vida
en tu nombre, es decir ayudando, sirviendo, consolando, sintiéndonos enviados
por tu amor, Señor. Así sea.
Viviendo con Paz,
Amor y Alegría la Semana de Salvación,
Miguel.
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