jueves, 10 de abril de 2014

Somos esencialmente contradictorios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
13 de abril de 2014
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Lecturas:
Isaías 50, 4-7 / Salmo 21, 8-9. 17-20. 23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? / Filipenses 2, 6-11 / Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27, 1-2. 11-54

EVANGELIO (de la Procesión de Ramos)
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   21, 1-11
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.
Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga».
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó.
Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.
La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?".
Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
«Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea» (1Ev), consciente de que «el mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento» (1L), dedicando de esa manera su vida a cumplir la Palabra: «Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos» (Sal), hasta el punto de sufrir la persecución de los poderosos de su tiempo, de manera tal que, pese a «que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios […] Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (2L), de una manera tan impresionante que desde entonces hace brotar la exclamación: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!» (2Ev).
En un par de semanas (domingo 27 de abril) se llevará a cabo la ceremonia de canonización de Juan Pablo II junto con su antecesor Juan XXIII.
Ese día probablemente el Vaticano desbordará con millones de visitantes y habrá muchísimos más siguiendo los sucesos por los medios de masas, reiterándose el fenómeno que se producía cuando el primero ejercía su ministerio.
Sin embargo, siempre he tenido la sensación que había algo anómalo en esa reacción de las multitudes con respecto al papa polaco, ya que, como casi todo el mundo sabe, su imagen provocaba cariño, pero su mensaje de fuerte contenido moral conservador era seguido tal vez, siendo generoso, por un tercio de quienes le manifestaban tanta admiración.
Los sociólogos podrán explicar mejor esta dicotomía. Pero, en mi humilde opinión, creo que existe una búsqueda mística universal que anhela ser llenada y en eso el cristianismo católico tiene un espacio ganado en el inconsciente colectivo de la humanidad, por lo que su líder está en el primer lugar para atraer las miradas. Por eso, y por sus gestos llamativos en estos tiempos en que reinan las imágenes, tanto él como lo hace Francisco hoy, atrajeron los focos de atención.
Sin embargo, a la vez, nuestros tiempos están muy colmados de “ofertas” que buscan obtener un espacio en el “mercado” de la espiritualidad, por lo que muchos optan con absoluta libertad (y a veces poca coherencia) por tozos de una y otras, aunque sean completamente contradictorias entre sí.
Eso es en la gente, en general. Sin embargo, sucede algo semejante, también, con muchos que se denominan “católicos a mi manera”, los que se caracterizan por realizar sólo lo que les convence de esa doctrina, (habitualmente lo menos comprometedor): pueden ir a Misa semanalmente, pero no tienen ningún interés por comunicarse (ni menos hacer comunidad) con las otras personas que se encuentran ahí; o pueden hacer oración para plantearle su “pliego de peticiones” a Dios, pero no buscan conocer su voluntad (ni menos aportar para que ésta se realice) “en la tierra como en el cielo”; o pueden llenarse de imágenes de santos o vírgenes o de distintos artículos religiosos para utilizarlos como una especie de amuletos, pero no se interesan por conocer al Señor mismo vivo y presente ni, menos, su mensaje para la vida de cada día.
Todo esto me venía a la mente al posicionarme en la escena de la entrada de Jesús a Jerusalén. ¿Quién podría imaginar, después de esta bienvenida gloriosa, que los acontecimientos terminarían desembocando en los trágicos eventos de la Pasión? ¿Cuántos de los que gritaban: «¡Hosana al Hijo de David!» unos días después se sumarían a los que vociferaban “¡Crucíficalo!”?.
Somos esencialmente contradictorios: una cosa pensamos y otra hacemos. Al parecer nos gana el cálculo de corto plazo, donde prima la conveniencia y la comodidad personal sumadas al temor extremo a comprometernos, todo esto acentuado por el tipo de sociedad individualista en que vivimos.

Que también nosotros podamos ser considerados entre los benditos por ir por la vida en tu nombre, es decir ayudando, sirviendo, consolando, sintiéndonos enviados por tu amor, Señor. Así sea.

Viviendo con Paz, Amor y Alegría la Semana de Salvación,

Miguel.

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