jueves, 30 de julio de 2015

El único pan que da Vida plenamente humana



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de Agosto de 2015
Domingo de la Décimo Octava Semana Durante el Año

Lecturas:
Éxodo 16, 2-4. 12-15 / Salmo 77, 3-4. 23-25. 54 El Señor les dio como alimento un trigo celestial / Efesios 4, 17. 20-24

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   6, 24-35
    Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
    Jesús les respondió:
        «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
        Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello».
    Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
    Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
    Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
        "Les dio de comer el pan bajado del cielo"»
    Jesús respondió:
        «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».
    Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió:
        «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Quienes «fueron enseñados según la verdad que reside en Jesús» (2L) son invitados a acudir, generosa y solidariamente, donde aquellos que claman: «Señor, danos siempre de ese pan» (Ev), para ser los instrumentos que ayuden a hacer visibles «las glorias del Señor y su poder» (Sal) y, una vez más, Él  manifieste: «Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios» (1L).
En nuestros tiempos, es como de “buen gusto” ser escéptico con respecto a la fe religiosa, sin embargo, se la reemplaza con horóscopos, tarot, “ángeles de luz” y todo tipo de prácticas esotéricas, buscando llenar un vacío de trascendencia, porque es una necesidad muy propia del alma humana. Necesitamos creer.
Señalaba el británico Chesterton, ya a comienzos del siglo pasado, que “Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo”…
De alguna manera se reemplaza el espacio que dejan cuando se “expulsa” al Señor…
Jesús nos dice que «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
Sus contemporáneos recordaban permanentemente aquel prodigio que vivieron sus antepasados en el desierto, cuando llovió maná (una especie de pan) que los alimentó en su travesía. Y relacionaban ese fenómeno con quien era su líder en ese entonces. Pero Jesús quiere que recuerden y recordemos que es Dios, no Moisés, quien da el pan.
Y va un poco más allá: el motivo por el cual él, que es quien «el Padre, marcó con su sello», realiza signos, es para revelar el sentido de su persona: servir a todos aquellos que lo necesiten.
El problema es que su ejemplo luminoso no satisface el hambre de infinito de todos, principalmente porque quienes se dicen sus representantes y quienes nos decimos sus seguidores no nos caracterizamos por ser servidores, a su manera, sino más bien lo contrario: buscamos ser reconocidos y aplaudidos; estar arriba del escenario (o del altar) y no a los pies de los hermanos, como hizo el Maestro. Esas actitudes no ayudan a que otros puedan creer en el enviado del Padre.

Mucha gente, por otra parte, en ese entonces y ahora, se ha quedado con la imagen externa: “él puede multiplicar panes”, él hace milagros, y lo persigue sólo para saciar sus necesidades.
Sin embargo, Jesús alimentó a la multitud como una de las muchas formas que utilizó para que comprendiésemos cómo actúa el Hijo de Dios, y cómo debiesen hacerlo los hijos de Dios, cuando ven que sus hermanos tienen carencias.
Esa es la forma de trabajar, «no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna».
El Padre bueno sabe que la forma cómo nos relacionamos actualmente no nos hace felices, que nos llenamos de frustraciones y decepciones, por eso nos invita a alimentarnos de la forma de ser y de relacionarse con los demás de Jesús, «el verdadero pan del cielo, el pan de Vida».

Que comprendamos que no sólo de pan vivimos, sino de todo lo que hace más humana la vida de todos, inspirados por tu ejemplo, Señor. Así sea.

Alimentándonos, con el corazón lleno Paz, Amor y Alegría, del ejemplo generoso de quien es el Pan de Vida para todos,
Miguel

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