PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de Agosto de 2015
Domingo de la Décimo Octava Semana Durante el Año
Lecturas:
Éxodo 16, 2-4. 12-15 / Salmo 77, 3-4. 23-25. 54 El Señor les
dio como alimento un trigo celestial / Efesios
4, 17. 20-24
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 24-35
Cuando la multitud se dio
cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor
había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en
busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro,
¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro que ustedes
me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el
alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les
dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su
sello».
Ellos le preguntaron: «¿Qué
debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra
de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
Y volvieron a preguntarle:
«¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
"Les dio de comer el
pan bajado del cielo"»
Jesús respondió:
«Les aseguro que no es
Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del
cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».
Ellos le dijeron: «Señor,
danos siempre de ese pan». Jesús les respondió:
«Yo soy el pan de Vida. El
que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Quienes «fueron
enseñados según la verdad que reside en Jesús» (2L) son invitados a acudir, generosa y solidariamente, donde aquellos que
claman: «Señor, danos siempre de ese pan»
(Ev), para ser los instrumentos que ayuden a hacer visibles «las glorias del Señor y su poder» (Sal) y, una vez más, Él manifieste: «Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios»
(1L).
En nuestros
tiempos, es como de “buen gusto” ser escéptico con respecto a la fe religiosa, sin
embargo, se la reemplaza con horóscopos, tarot, “ángeles de luz” y todo tipo de
prácticas esotéricas, buscando llenar un vacío de trascendencia, porque es una
necesidad muy propia del alma humana. Necesitamos creer.
Señalaba el
británico Chesterton, ya a comienzos del siglo pasado, que “Lo malo de que los
hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que
están dispuestos a creer en todo”…
De alguna
manera se reemplaza el espacio que dejan cuando se “expulsa” al Señor…
Jesús nos
dice que «La obra de Dios es que ustedes
crean en aquel que él ha enviado».
Sus
contemporáneos recordaban permanentemente aquel prodigio que vivieron sus
antepasados en el desierto, cuando llovió maná (una especie de pan) que los
alimentó en su travesía. Y relacionaban ese fenómeno con quien era su líder en
ese entonces. Pero Jesús quiere que recuerden y recordemos que es Dios, no
Moisés, quien da el pan.
Y va un
poco más allá: el motivo por el cual él, que es quien «el Padre, marcó con su sello», realiza signos, es para revelar el
sentido de su persona: servir a todos aquellos que lo necesiten.
El problema
es que su ejemplo luminoso no satisface el hambre de infinito de todos,
principalmente porque quienes se dicen sus representantes y quienes nos decimos
sus seguidores no nos caracterizamos por ser servidores, a su manera, sino más
bien lo contrario: buscamos ser reconocidos y aplaudidos; estar arriba del
escenario (o del altar) y no a los pies de los hermanos, como hizo el Maestro.
Esas actitudes no ayudan a que otros puedan creer en el enviado del Padre.
Mucha
gente, por otra parte, en ese entonces y ahora, se ha quedado con la imagen
externa: “él puede multiplicar panes”, él hace milagros, y lo persigue sólo
para saciar sus necesidades.
Sin
embargo, Jesús alimentó a la multitud como una de las muchas formas que utilizó
para que comprendiésemos cómo actúa el Hijo de Dios, y cómo debiesen hacerlo
los hijos de Dios, cuando ven que sus hermanos tienen carencias.
Esa es la
forma de trabajar, «no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna».
El Padre
bueno sabe que la forma cómo nos relacionamos actualmente no nos hace felices,
que nos llenamos de frustraciones y decepciones, por eso nos invita a
alimentarnos de la forma de ser y de relacionarse con los demás de Jesús, «el verdadero pan del cielo, el pan de Vida».
Que
comprendamos que no sólo de pan vivimos, sino de todo lo que hace más humana la
vida de todos, inspirados por tu ejemplo, Señor. Así sea.
Alimentándonos,
con el corazón lleno Paz, Amor y Alegría, del ejemplo generoso de quien es el
Pan de Vida para todos,
Miguel
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