jueves, 23 de julio de 2015

Signos liberadores



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Julio de 2015
Domingo de la Décimo Séptima Semana Durante el Año

Lecturas:
II Reyes 4, 42-44 / Salmo 144, 10-11. 15-18 Abres tu mano, Señor, y nos colmas con tus bienes / Efesios 4, 1-6

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   6, 1-15
    Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
    Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
    Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
    Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan».
    Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»
    Jesús le respondió: «Háganlos sentar».
    Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
    Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».
    Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
    Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo».
    Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Palabra del Señor.

MEDITACION
«Hay un solo Dios y Padre de todos» (2L), y es un Padre providente, al punto que se le puede decir: «abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes» (Sal). Pero Él espera que los creyentes pongan su parte: sus «cinco panes de cebada y dos pescados» (Ev), es decir, sus brazos, su inteligencia, su voluntad, para poder multiplicarlas «porque así habla el Señor: Comerán y sobrará» (1L): el Señor, más quienes son sus amigos, todo lo pueden.
Esta escena es una de las más populares del Evangelio.
Pero notando que este evangelista, en particular, nunca habla de milagros, sino de “signos”, les invito a repasar algunos de los que realiza Jesús en este pasaje:
«Jesús subió a la montaña», que es el lugar donde, desde Moisés, se manifiesta la voluntad de Dios.
«Se acercaba la Pascua, la fiesta [de la liberación] de los judíos»: su voluntad es guiarnos a la libertad.
Y aquí viene el diálogo acerca de las necesidades de esa gran multitud que acude a él.
La respuesta del discípulo es la de la racionalidad materialista aún (y tal vez más) hoy vigente: no alcanza el dinero.
Los gestos siguientes del Maestro dicen que no se trata de comprar (el dinero nunca será suficiente), sino de compartir (la solidaridad puede ser inagotable).
Aclaremos en este punto que en aquella época no vivía gente irresponsable que se lanzaba a los caminos sin nada: todos acostumbraban llevar provisiones, porque todos los viajes solían ser largos, más aún siguiendo a un profeta itinerante, por lo que, probablemente, avergonzados de la generosidad del niño, cada cual sacó su parte y, al repartirla, vieron que alcanzaba para todos y hasta sobraba.
El Nazareno guía a la Creación en su liberación del acaparamiento egoísta, para que vuelva a ser don de Dios para todos, como era su intención en un inicio.
Porque él está aquí para revelar al Dios que es amor (1 Jn 4,8), entonces ve las necesidades de los hombres y busca y encuentra soluciones, para manifestar de manera eficaz ese amor.
Además, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de sus seguidores: la de manifestar esa generosidad del Padre, compartiendo los dones que de Él se han recibido (cf Mt 10,8).
Entonces, «Jesús tomó los panes, dio gracias» ¿A quién? Al Padre que liberó del egoísmo a esos hermanos; y a los hombres y mujeres que se permitieron salir del materialismo para entrar en la lógica del Reino.
«Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”»
Porque, lamentablemente, debido a como hemos construido nuestras sociedades, siempre habrá pobres, pobreza y necesidades, por lo que nada sobra realmente: a alguien le hace o le hará falta.

«La gente decía: “Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo». La esperanza permanente en que Dios no nos deja solos la ven personificada en quien hace estos signos que los liberan.
«Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña». Si bien, él es, como dirá en otro momento, rey para dar testimonio de la verdad (cf Jn 18,37), y esa verdad, la del amor eficaz, aquí, por ejemplo, quedó demostrada; él no está para ser “rey” a la manera del mundo: para solucionar problemas. Para eso estamos nosotros mismos, como nos enseñó en este evangelio.
Si el pan no es multiplicado hoy para tantos hombres que mueren de todo tipo de hambres, no es que Dios falte a la humanidad, es que los hombres no nos terminamos de liberar del egoísmo.

Que no se nos escape nunca que somos llamados a multiplicar el Pan de Vida sin olvidar el que alimenta la vida física, según tu ejemplo. Señor. Así sea.

Alimentándonos, juntos como hermanos de humanidad, del Pan de la Paz, el Amor y la Alegría generosos y solidarios,
Miguel

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