martes, 4 de agosto de 2015

El secreto que no es secreto



4 de Agosto de 2015
Martes de la Décimo Octava Semana Durante el Año

Lecturas:
Números 12, 1-13 / Salmo 50, 3-7. 12-13 ¡Piedad, Señor, porque pequé contra ti!

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   14, 22-36
    Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
    La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
    Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.»
    Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua.»
    «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame.» En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
    En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios.»
    Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.

MEDITACION

El “secreto” de Jesús no era nada de secreto…
Para comprender el proyecto y la voluntad del Padre Dios para él y para todos; para, al ver una necesidad, buscar y encontrarle una solución; para tener la capacidad de compadecerse (no sentir lástima, sino “padecer junto con”) por los dolores de todos; para enfrentar con serenidad y decisión situaciones muy complejas, como una tempestad en medio del mar… Para poder estar preparado ante esas y muchas otras situaciones, una y otra vez «subió a la montaña para orar a solas».
Él «Verdaderamente [era] el Hijo de Dios», es decir, tenía una relación muy íntima con el Señor. Sin embargo, no dejaba de reservar un tiempo exclusivo para comunicarse con Él. Es decir, para Orar.

Tan poco te hablamos, Señor, pese a que tenemos tanto que decirte; nos dejamos enredar en fórmulas y complejos, olvidando que Jesús nos enseñó que eras Padre, lo que significa Alguien dispuesto a oírnos tal como nos salga la oración. Gracias, Señor.

Alimentándonos, con el corazón lleno Paz, Amor y Alegría, del ejemplo generoso de quien es el Pan de Vida para todos,
Miguel

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