jueves, 20 de agosto de 2015

Invitaciones de Vida que nunca perderán vigencia



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de Agosto de 2015
Domingo de la Vigésima Primera Semana Durante el Año

Lecturas:
Josué 24, 1-2. 15-17. 18 / Salmo 33, 2-3. 16-23 ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! / Efesios 5, 21-33

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   6, 60-69
    Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»
    Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
        El Espíritu es el que da Vida,
        la carne de nada sirve.
        Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
    Pero hay entre ustedes algunos que no creen».
    En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
    Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
    Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
    Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»
    Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Si con fe le podemos decir a Jesús: «Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios» (Ev), quienes tenemos el don de la fe, también reconocemos que «Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia» (2L), la asamblea de los creyentes. Porque, por intermedio suyo «el Señor, nuestro Dios […] realizó ante nuestros ojos […] grandes prodigios» (1L). Y esto lo ha realizado para que, en agradecimiento, nuestra vida haga realidad para todos, creyentes o no, que «El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (Sal).
Hay una doble corriente entre los que se escandalizan y se alejan del Señor en nuestros días.
Por un lado están los que sienten que les ponen exigencias bastante inmisericordes para poder ser acogidos en las distintas comunidades de fe: bebés que no son bautizados o no son recibidos en colegios católicos por la situación matrimonial de los padres; personas a las que se les impide acceder a sacramentos por distintos motivos; prohibiciones de consumo de algunos alimentos o imposición de tipos de vida o hasta de vestuario a utilizar permanentemente… y un demasiado largo etcétera.
Por el otro, están quienes piensan que las enseñanzas de Jesús son irrealizables. Los que deben ser cada vez más, porque la cultura dominante camina en un rumbo absolutamente distinto a ellas y eso impulsa a muchos a ridiculizarlas.
Para los primeros, hace falta que, quienes nos decimos amigos del Nazareno, revisemos los criterios con los que realizamos nuestras actividades y también los que pretendemos imponerles a otros: ¿son auténticamente evangélicos? ¿lo haría de la misma manera Jesús?.
Para los segundos, entre lo que está a nuestro alcance hacer, sería muy apreciable, antes que nada, por cierto, que nuestras palabras y nuestras acciones sean bastante coherentes para que con ambas mostremos que seguir la senda de Cristo no es un imposible, debido a que –en contra de las simplificaciones ignorantes- no es un camino para perfectos, sino para gente normal, pecadores que aceptan a otros pecadores, de manera tal que, juntos y apoyados unos en otros, podamos caminar la senda de la fe con alegría, con esperanza y con cariño mutuo y sin olvidar servir a los hijos de Dios más necesitados.
Todo aquello, está claro que solos no nos es posible, pero la unión hace la fuerza… y amplía las capacidades.

Además, cuando actuamos unidos, contamos con la ayuda del Espíritu que da Vida: el propio Espíritu de Dios, el cual nos habita, por eso lo que realicemos puede dar vida a otros.
Sabemos que irse (no intentarlo, aislarse) siempre es lo más fácil, pero rara vez es lo que otorga más plenitud.
¿Cómo podemos estar seguros de todo esto?.
Porque ya hemos escuchado –y seguiremos oyendo- a mucha gente y con el tiempo ha quedado demostrado que Jesús tiene «palabras de Vida eterna», es decir, invitaciones de Vida que nunca perderán vigencia.

Que nuestra forma de relacionarnos con los demás, con gestos de vida, muestren que hemos creído y sabemos que Jesús es el Santo de Dios. Así sea.

Alimentándonos de las palabras de Vida eterna que llenan al mundo de Paz, Amor y Alegría,
Miguel

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