miércoles, 16 de septiembre de 2015

Humildes como niños, servidores como Jesús



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
20 de Septiembre de 2015
Domingo de la Vigésima Quinta Semana Durante el Año

Lecturas:
Sabiduría 2, 12. 17-20 / Salmo 53, 3-6. 8 El Señor es mi apoyo verdadero / Santiago 3, 16—4, 3

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos   9, 30-37
    Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
    Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
    Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».
    Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
Palabra del Señor.

MEDITACION
¿Por qué «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres [y] lo matarán»? (Ev), porque «se opone a nuestra manera de obrar; […] y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida» (1L), una enseñanza antimaterialista, pero «ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan» (2L), sin embargo, Jesús lo enfrenta, sabiendo que «Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén» (Sal)
¿Qué debiese caracterizar a un grupo de personas para llegar a ser llamado “comunidad cristiana”?
¿Será el reunirse periódicamente?
¿Será el manifestar juntos una creencia común?
¿Será el decir que se tiene fe en Dios?
Todo lo anterior está bien, ya que es necesario hacerlo. Pero…
Hay que estar atentos a que el encuentro habitual no se transforme en rutinario…
Además, poner en permanente revisión lo que se supone creer, para no caer en fanatismos…
Y, lo que debiese ser lo más importante: que esa fe en Dios se manifieste en obras concretas.
Para estar seguros que esas obras son las que le agradarían a Él, quienes nos decimos cristianos, debemos mirar, escuchar e intentar asemejarnos al ejemplo de Jesús, el Cristo.
Hoy, en el evangelio, él nos presenta un criterio diferenciador fundamental.
Porque parece ser parte de nuestra naturaleza buscar ser respetados, halagados y queridos. Y eso nos lleva a tener actitudes que buscan acceder a posiciones de privilegio y, después, a realizar lo que nos parezca necesario para conservarlas.
El problema es que, como todos vamos tras lo mismo, nuestros intereses chocan con los de los otros y, por eso, surgen los conflictos y la mala convivencia entre nosotros, aunque nos digamos “hermanos”.
Debido a esto tan evidente, el Maestro de los Doce –y nuestro, si nos llamamos cristianos- enseña que, para encontrar el camino a la vida en abundancia, que fue su misión entre nosotros, debemos cambiar eso, para tener ante el Padre Dios y los hermanos, la actitud sencilla de un niño, ya que Él –así lo dicen las Escrituras- es «el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados» (Judit 9,11).
Por lo tanto, ser pequeño para el mundo es estar más cerca de Dios.
Y, como muestra de que la vida y la palabra de Jesús eran una sola cosa, en una de las primeras prédicas de Pedro, éste resumió la misión de su amigo de esta manera: «Él pasó haciendo el bien» (Hechos 10,38). Claro y contundente. Y lo hizo de esa manera, debido a que, en sus propias palabras, «no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida» (Mt 20,38).
¿Qué diferenciaría a un grupo de creyentes en Dios de una auténtica comunidad cristiana, entonces?
La principal señal es que en ella, «el que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».

Que queramos hacerle honor al nombre de cristianos que solemos usar, siguiendo el camino del servicio de Jesús, el Cristo. Así sea.

Buscando ser los últimos en privilegios para ser primeros en llenar de Paz, Amor y Alegría a los demás y a nuestra vida,
Miguel

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