PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
11 de Octubre de 2015
Domingo de la Vigésima Octava Semana Durante
el Año
Lecturas:
Sabiduría 7, 7-11
/ Salmo 89, 12-17 Señor, sácianos con tu amor / Hebreos 4, 12-13
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-30
Jesús se puso en camino. Un
hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué
debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas
bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a
nadie, honra a tu padre y a tu madre».
El hombre le respondió:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le
dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así
tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
Él, al oír estas palabras, se
entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando
alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en
el Reino de Dios!»
Los discípulos se
sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos,
¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron
aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su
mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque
para Él todo es posible».
Pedro le dijo: «Tú sabes que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús respondió: «Les aseguro
que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos
por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento
por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las
persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna».
Palabra del Señor.
MEDITACION
En el tiempo de Jesús se creía que los ricos
eran bendecidos por Dios, por eso asombran tanto sus palabras a sus discípulos (Ev). Pero él sabía que sólo la sabiduría «tenía en sus manos una riqueza incalculable» (1L). Por eso, «para que nuestro
corazón alcance la sabiduría» (Sal), hay que saber que,
como «la Palabra de Dios penetra hasta la
raíz del alma y del espíritu» (2L), hay que confiar más en ella que en
los medios económicos. Esa es auténtica sabiduría.
La
disposición del personaje del evangelio es notoriamente urgente, pues corre
hacia Jesús y se arrodilla pidiéndole consejo «para heredar la Vida eterna».
Jesús
aclara las cosas: no hay “maestros” buenos, sólo Dios lo es, por lo que, si de
verdad se quiere llegar a su Reino, en vez de coleccionar palabras de sabios,
hay que poner atención a Su Palabra.
Y de ésta,
relevar aquellas enseñanzas que llaman a una convivencia más humana, es decir,
mucho más cercana física y emocionalmente a los otros, de manera que dejen de
ser “otros” y pasen a ser hermanos, hijos del mismo Padre.
Porque a un
hermano, normalmente, no se le mata; ni se le es infiel; ni se roba o miente o
perjudica…
Pero,
resulta más fácil tener una lista donde chequear lo que se va cumpliendo, que
disponer el espíritu, las ganas y la vida hacia la voluntad de Dios. Por eso,
se puede “cumplir” desde la juventud todo eso, aunque sin el corazón, como si
fuera una negociación con el Creador: “yo hago todo esto y tú me retribuyes con
vida después de la vida”.
Tal vez el
Maestro captó, en su interlocutor, esa actitud mercantil, propia de quien basa
sus seguridades en lo que guarda su banco, y por eso le planteó el desafío:
libérate de esa mentalidad, libérate de las posesiones que te poseen.
Pocos son
(seríamos) capaces de algo así. Por eso, la imagen desproporcionada del camello
y la aguja: para remecer nuestro acostumbramiento a que así debe ser.
En nuestros
tiempos, en que parece que el dinero todo lo puede y nada es posible de
realizar (ni, a veces, las actividades pastorales) si no se cuenta con ese
recurso, Jesús viene a recordarnos que es mucho más difícil la entrada al Reino
por ese medio.
Esto
implica que, quienes nos decimos seguidores suyos, debemos cambiar nuestros
paradigmas, para que no nos gobierne la “sabiduría” del mundo. Para ello,
debiésemos creernos lo que decimos creer y confiar más en Dios y en su Palabra;
en que para Él todo es posible, para que veamos cómo las dificultades se
superan. Más aún: para descubrir que, con Él, tras sus huellas no nos falta
nada y hasta darnos cuenta que el dinero realmente sobra y, peor aún, hace daño
a la construcción de ese mundo mejor, superación de este, donde se persigue a
quienes de verdad trabajan por hacer realidad la Palabra de Dios.
Que
permitamos tu Palabra nos libere, también, de la dependencia excesiva y, a
veces, exclusiva, del dinero, para poder vivir mejor tus enseñanzas, Señor. Así
sea.
Intentando aprender a liberarnos del afán
por los bienes materiales, para ser libres de vivir su camino de Paz, Amor y
Alegría,
Miguel
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