«¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?
Porque vimos su estrella en Oriente
y hemos venido a adorarlo »
(Mt 2,2)
No te inquietes por las dificultades de la
vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y
dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo, acepta los designios de su
providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado, a
su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote,
y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa,
reflejo de la que el Señor continuamente te
dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca antes que
nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es
falso.
Te lo aseguro en el nombre
de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado,
triste,
adora y confía.
Theilard
de Chardin

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