sábado, 2 de enero de 2016

Todos tenemos una misión única e irrepetible



2 de Enero de 2016
Sábado de la Feria de Navidad

Lecturas:
I Juan 2, 22-28 / Salmo 97, 1-4 ¡El Señor manifestó su victoria!

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   1, 19-28
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?» El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías.»
«¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?»
Juan dijo: «No.» «¿Eres el Profeta?» «Tampoco», respondió.
Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»
Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.»
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.

MEDITACION

¿Quién era Juan?
Alguien que, pese a ser reconocido y valorado como hombre de Dios, no se aprovechó de ello para obtener beneficios o privilegios: bastaba decir que era el Mesías o cualquiera de los otros personajes con quienes pretendían identificarlo.
Él sabía que su misión era única e irrepetible: sería el precursor del “esperado de los tiempos”.
Todos tenemos una misión única e irrepetible.
Para quienes somos padres de familia, esta es ser el o la mejor padre o madre; para otros, será ser los mejores amigos o las mejores personas que sean puestas en el camino de sus hermanos; o los apropiados para tal trabajo o servicio a la comunidad…
Un buen propósito para este comienzo de año sería que buscásemos nuestra misión en la vida, para realízarla con cariño y respeto por nosotros mismos y los que nos rodean.
De esa manera, no necesitaremos más títulos, ni –mucho menos- envidiaremos los de otros.

Que seamos humildes, pero a la vez sinceros y fieles en el desarrollo de nuestra vida, como lo fue Juan, Señor. Así sea.

Buscando que la Paz, el Amor y la Alegría que dan el sentirnos hijos de Dios, se proyecten desde nuestra vida,
Miguel

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