1 de Febrero de 2016
Lunes de la Cuarta Semana Durante el Año
Lecturas:
II Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13 / Salmo 3, 2-8 Levántate, Señor, sálvame
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 1-20
Jesús y sus discípulos
llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús
desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un
espíritu impuro. Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni
siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero
él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e
hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino
corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús,
Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!» Porque
Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!» Después le
preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» El respondió: «Mi nombre es Legión, porque
somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella
región.
Había allí una gran piara de
cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a
Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.» El se lo permitió.
Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los
cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales-
se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y
difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué
había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y
en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se
llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido
con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se
alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse,
el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y
anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti.» El hombre
se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había
hecho por él, y todos quedaban admirados.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Es realmente llamativa la reacción de los gerasenos.
Llamativa, pero, lamentablemente, no tan asombrosa.
«Cuando vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído
[…] se llenaron de temor [y] empezaron a pedir a Jesús que se alejara de
su territorio».
Tal vez conozcamos a muchos (y ojalá no seamos de los mismos) que tienen
una fe anestesiada. Claro, es gente que cree en Dios, y eso lo manifiestan por
medio de gestos externos y personales: ir al culto, rezar u orar, encender
velas… etc.
Pero es una religiosidad a la que no le afecta que el hermano sufra: a
aquel que vivía entre sepulcros, se lo había intentado amarrar, no amar…
Su caso es semejante, en nuestros tiempos, al de las personas que
protestan por no tener techo o trabajo digno; o quienes no se atreven a
levantar la voz (porque las han hecho acallar de maneras nada pacíficas), pero
que no dejan de sentirse violentados por el tipo de vida injusto al que los han
condenado.
Entonces, Jesús, que es «Hijo de
Dios, el Altísimo», lo que él comprendía que significaba ser profeta y
misionero de Su Misericordia, en vez de alejarse o buscar hacerle frente, lo
acoge y logra aliviarlo, devolviéndole su dignidad.
Es otro tipo de forma de creer: haciendo el bien. Pero ésta quita
tiempo, trae incomodidades y compromete.
Eso asusta, por eso prefieren mantenerla lejos de sus vidas.
Que logremos conmovernos, y evitemos asustarnos, cuando descubramos la
violencia de la vida indigna y el sufrimiento que afecta a nuestros hermanos,
para intentar reaccionar como tú, Señor, es decir, como lo necesitan, no como
nos acomoda. Así sea.
Buscando llevar la Buena Noticia de la Paz,
el Amor y la Alegría a los empobrecidos materiales y los pobres de esperanzas,
Miguel
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