5 de Febrero de 2016
Viernes de la Cuarta Semana Durante el Año
Lecturas:
Eclesiástico 47, 2-11
/ Salmo 17, 31. 47. 50-51 Te alabaré entre las naciones, Señor
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 14-29
El rey Herodes oyó hablar de
Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes
milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.»
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado.»
Herodes, en efecto, había
hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano
Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es
lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba
matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre
justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo
escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión
favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus
dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías
salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a
la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento:
«Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella
fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el
Bautista», respondió esta.
La joven volvió rápidamente
adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo,
sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se entristeció mucho,
pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En
seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la
cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a
la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron,
fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Seguimos, como los últimos días, hablando de profetas.

El texto de este día muestra el motivo que lo llevó a su injusta muerte:
se atrevió a desafiar a un poderoso.
Podría haber hecho oídos sordos (como muchos de nosotros hoy) a lo que
entendía que era la palabra que debía decir de parte de Dios. Y habría vivido
muchos años más.
Pero ya no lo recordaríamos, ni habría motivado a muchos que mencionábamos
antes, y hasta es posible que hubiese afectado la fe y el entusiasmo de Jesús.
Como diría el Maestro, después, sólo «si el
grano de trigo que cae en la tierra muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).
Que busquemos la forma de darle utilidad y plenitud a nuestra vida, la
que no se encuentra escondiéndonos, sino gastándola por amor, tal como tú,
Señor. Así sea.
Buscando llevar la Buena Noticia de la Paz,
el Amor y la Alegría a los empobrecidos materiales y los pobres de esperanzas,
Miguel
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