24 de Febrero de 2016
Miércoles de la Segunda Semana de Cuaresma
Lecturas:
Jeremías 18, 18-20
/ Salmo 30, 5-6. 14-16 ¡Sálvame, Señor, por tu misericordia!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 20, 17-28
Cuando Jesús se dispuso a
subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo:
«Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer
día resucitará.»
Entonces la madre de los hijos
de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para
pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó
Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis
dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
«No saben lo que piden»,
respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús,
ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda,
no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha
destinado mi Padre.»
Al oír esto, los otros diez se
indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes
saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les
hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el
primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
La subida a Jerusalén era, para este evangelista, la culminación de un
ministerio que había ido desarrollando Jesús.
Este consistió en dar a conocer el amor de Dios por toda la humanidad.
Para esto, mostró con su propia vida qué haría el Padre en su lugar. Así
fue como se compadeció de los dolores de sus hermanos, sanando, resucitando,
acogiendo, perdonando…
Pedro lo resumió así: «pasó haciendo el bien» (Hch
10,38) y esto, debido a que, en palabras del Maestro, él «no vino para ser servido, sino para servir».
Esa actitud le provocaría un profundo desagrado a los dueños del poder y
los privilegios, porque tanta cercanía de Dios a los humildes y necesitados
desmentía lo que ellos les decían: que eran elegidos por Él para estar por
sobre ellos.
Por eso, el Maestro debería pagar con su vida: es el destino de los que
se ponen del lado de los débiles. Y él lo hacía con mucha conciencia; es «el cáliz que yo beberé».
Sin embargo, vemos que sus discípulos (igual que lo haríamos nosotros en
su lugar, reconozcámoslo) no lograban entender esta revolución de los conceptos
de “grande” y “primero”: ellos querían puestos de relevancia en el Reino que
suponían que iba a instaurar.
Que nos hagamos parte de tu Reino, Señor, entendiendo que éste se
construye al revés de los de este mundo: desde los de abajo y con actitud de
servicio. Así sea.
Buscando transfigurar nuestro mundo de
manera que brillen la Paz, el Amor y la Alegría del Reino de Dios,
Miguel
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