jueves, 25 de febrero de 2016

¿Qué dicen nuestras actitudes acerca del Dios en quien creemos?



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
28 de Febrero de 2016
Tercer Domingo de Cuaresma

Lecturas:
Éxodo 3, 1-8.13-15 / Salmo 102, 1-4. 6-8. 11 El Señor es bondadoso y compasivo / Corintios 10, 1-6. 10-12

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   13, 1-9
    En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:
    «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
    Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"
    Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»
Palabra del Señor.

MEDITACION
El Dios de la Biblia es uno que afirma: «he visto la opresión de mi pueblo […] y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo» (1L) y es así que, durante la historia vemos que «El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos» (Sal). Por lo que, si nos consideramos creyentes, «No nos rebelemos contra Dios» (2L), convirtámonos (Ev) del egoísmo y la indiferencia y contribuyamos a evitar las injusticias y solidaricemos con los que sufren.
Conocí a una persona que tenía graves dolores y molestias en la cabeza, producto de una enfermedad progresiva que padecía, y me contaba que sentía mucha ira con los cristianos a su alrededor, los que habitualmente intentaban consolarla, pero sus palabras no le servían para nada: ni se sentía confortada, ni, menos, los dolores disminuían.
Lo mismo sucede con los padres que han perdido a sus hijos, o a quien ha enviudado o quedado cesante… ellos siempre encontrarán creyentes que les dirán algo así como: “Dios sabe por qué hace las cosas” o “esa es la voluntad de Dios”.
El trasfondo de esto es una concepción de tipo “segundo piso” (el cielo), donde se encuentra una especie de titiritero que movería los hilos de cada ser humano de manera absolutamente arbitraria y, como es Dios, no se deben cuestionar sus criterios.
Los mayores recordamos muy bien que nos criaron no en el amor, sino en el terror a ese Dios. Lamentablemente, muchos aún no han logrado madurar ese tipo de fe infantil.
Pero no es una comprensión que sea sólo propia de estas épocas; en el tiempo de Jesús también se creía que Dios castigaba las vidas pecadoras mandándoles desgracias: desde la represión política, como ocurrió a los «galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios» hasta los más terribles accidentes, como el caso de «las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé».
El Maestro explica a sus contemporáneos (y a nosotros) que ni esas víctimas ni ninguna otra son más pecadoras que otras (o que nosotros). Si fuera por eso, y ya que nos cuesta mucho convertirnos del egoísmo e indiferencia hacia nuestros hermanos –es decir, hacemos lo contrario a su mandamiento del amor- todos “mereceríamos” sufrir.
Gracias a Dios –literalmente, en este caso- el Padre de Jesús, que ha querido ser también nuestro Padre, es tan misericordioso que envió a su Hijo no para condenar al mundo sino para salvarlo (Jn 3,17), por eso él «no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan» (2 Pe 3,9).
Entonces, ya basta de usar a Dios para encubrir la injusticia o la irresponsabilidad de los males con que los humanos afectamos a otros humanos o para intentar distraer de nuestra desidia por el padecimiento de los demás.
Recordemos que, en su prédica y en su misión, el Nazareno nos instó a reconocer a Dios más bien como un Padre, uno mejor que cualquiera de la tierra (cf Mt 7,11), tanto que atiende a «buenos y malos» (Mt 5,45). Ya profundizaremos sobre esto el próximo Domingo.
Por lo tanto, si nos sentimos parte de los amigos de Jesús, correspondería, en primer lugar, cuidar nuestros dichos, para no afirmar sobre Dios lo que es aberrante: no puede ser alguien tan caprichoso que decide un día quitar la vida o cargar con una enfermedad o poner en una situación dramática a unos y a otros no.
Este año, que Francisco nos ha invitado a vivirlo bajo la palabra: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36), cuando lamentablemente ocurran desgracias o muertes injustas y, como suele suceder, alguien pregunte: “¿dónde está Dios?”, ojalá que nuestra respuesta sea: “está aquí, nos envió a nosotros, que somos sus hijos, para solidarizar y servir a quien lo necesite”.

Que busquemos, cada vez más y cada vez mejor, ser misericordiosos, empáticos y solidarios, como sueña el Padre de sus hijos y nos has invitado tú, Señor. Así sea.

Aprendiendo a llenarnos de Paz, Amor y Alegría, que nos ayuden a ser misericordiosos como el Padre Dios,
Miguel

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En cualquier momento se manifiesta el amor definitivo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 1 de Diciembre de 2024                            ...